Público.es.
Isaac Rosa.
“Ha ejercido una justicia de forma continuada y valiente, comprometida con la defensa de los derechos humanos.” -Manifiesto Por la Justicia de Garzón-
Un amigo que siempre ha sido muy crítico con la trayectoria de Baltasar Garzón, me envía un correo con la campaña de apoyo al juez. “Pero cómo”, le pregunto, “¿tú apoyando a Garzón, con lo que has largado siempre contra él?”. Incómodo, mi amigo me hace una paráfrasis a partir de la famosa frase atribuida al presidente Roosevelt a cuenta de su relación con el dictador Somoza, y que les ahorro por su sonoridad.
Yo mismo he escrito aquí varias veces sobre Garzón, y nunca para llamarle guapo. Por eso hoy, ante el proceso contra él, tengo sentimientos contradictorios, para qué voy a engañarles. Por ejemplo, no comparto el tono hagiográfico del manifiesto que decenas de juristas e intelectuales han firmado. Ya sé que en los manifiestos se cargan las tintas, pero ese retrato de un juez valiente enfrentado a los malos del mundo me resulta chirriante, pues deja fuera las muchas zonas de sombra del personaje.
Pero entiendo que no es ahora el momento de recordar las miserias y errores del juez, que conviven con sus virtudes y aciertos haciendo de él un personaje complejo, bifronte, incontrolable e imprevisible –características que algunos considerarán positivas en un juez, pero que en la práctica causan estragos-.
Entiendo que ahora es el momento de olvidarse del personaje, de apoyar a Garzón a pesar de Garzón, o más bien sin Garzón. Es decir, apoyar sin más a un juez que aceptó abrir uno de los melones más blindados de este país, y que con su actuación –cuyo mérito es de las asociaciones de víctimas, no del juez- ha dejado con el culo al aire a la justicia española, y por supuesto a la Transición y sus leyes de punto final.
Por todo ello, y por encima de quienes ven una venganza pendiente contra el juez de quienes le tienen ganas, lo único cierto es que la bofetada a Garzón se la dan en la cara de las víctimas del franquismo y sus familias, que tras ver cómo les cierran las puertas de la Justicia en sus narices, son ahora humilladas con un proceso en el que no falta ni la Falange. Son ellas quienes merecen apoyo y justicia.
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