viernes, 14 de enero de 2011

Esperando a Kathy: Primera reseña: Esperando a Robert Capa de Susana Fortes





Como anunciamos nuestra amiga Kathy, no se ha hecho esperar y como prometió aquí tenemos su primera, esperamos de una dilatada entrega, reseña...en esta ocasión sobre Esperando a Robert Capa de Susana Fortes


Sinopsis breve:
París, 1935. Escritores, pintores, poetas, fotógrafos… se mezclan en las calles y en los cafés de la Rive Gauche con miles de refugiados que llegan huyendo del nazismo. Entre ellos, dos jóvenes judíos. Ella, alemana de origen polaco, orgullosa, disciplinada y audaz. Él, húngaro, un superviviente nato que intenta como puede hacerse un hueco en el mundo de la fotografía. En apenas un año, el estallido de la guerra civil española los convertirá en dos de los mejores reporteros de guerra de todos los tiempos: Robert Capa y Gerda Taro. El amor, la guerra y la fotografía marcaron sus vidas. Eran jóvenes, antifascistas, guapos y asilvestrados. Lo tenían todo. Y lo arriesgaron todo. Crearon su propia leyenda y fueron fieles a ella hasta sus últimas consecuencias. Una novela emocionante que rinde homenaje a todos los periodistas y fotógrafos que se dejan la vida en el ejercicio de su profesión para mostrarnos cómo amanece el mundo cada día.

Publicado por Planeta, junio 2009, 236 pp.


Reseña de Esperando a Robert Capa, de Susana Fortes
Esperando a Robert Capa. Barcelona: Planeta, 2009


La última novela de Susana Fortes (Pontevedra, 1959), Esperando a Robert Capa (2009), ganó el Premio Fernando Lara de Novela y se prepara actualmente para transformar en una película hollywoodiense, dirigida por Michael Mann (El último de los mohicanos), que se dice ser un gran aficionado de la obra de Capa.
Conocía el nombre de Fortes por El amante albanés, que quedó finalista para el Planeta en 2003, pero éste es mi primer encuentro con su obra. Cuando supe que había publicado una novela sobre la relación entre Capa y la también fotógrafa Gerda Taro, sabía que la leería algún día, más por Taro, que por Capa. Desde mi perspectiva, Capa es uno de esos nombres de los que uno se cansa un poco de oír. No digo para nada que el fotógrafo y su obra no sean dignos de elogio o atención, sólo que de tanto asociarse con la fotografía de la guerra, quedan eclipsados los demás nombres que también ayudaron a crear un retrato visual conmovedor y duradero de España durante la contienda. El hallazgo de la llamada “maleta mexicana,” que incluía unos 4.500 negativos inesperados (la mayoría de la GCE), debe haber sido como ganar la lotería fotográfica. Tengo muchas ganas de ver la exposición, que vino a aterrizar en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York a fines de 2007 y la que se puede ver desde este mes. La aureola de misterio de Robert Capa más la polémica en torno a su fotografía más conocida (“El miliciano caído”), más la revelación de fotos nunca vistas antes, han generado aún más interés en Capa, a pesar de que la exposición de la ICP, que se puede ver hasta mayo de 2011, también contenga imágenes de Gerda Taro y David Seymour (“Chim”). Es con este dato que quisiera empezar la reseña de la novela de Fortes.
Ésta no es la primera vez que Taro aparece en la narrativa española (ver el magnífico relato “Ruinas, el trayecto: Guerda Taro,” de Juan Eduardo Zúñiga), pero según Fortes, Esperando a Robert Capa sí representa el primer acercamiento novelístico a la pareja. Por lo general, Taro parece que siempre ha existido bajo la sombra de Capa, e injustamente, si consideramos las fotos de ella al lado de las de él, y si pensamos en el hecho de que es ella que le inventó un nombre con la que hacerse famoso. Por supuesto, no es de extrañar que haya sido una foto que le ha inspirado a la autora, como explica en su nota al final de la novela:
El origen de esta historia arranca de una de esas fotografías encontradas en México que fue publicada por The New York Times. Me refiero a una imagen de Gerda Taro en una cama estrecha de un cuarto de hotel, muy joven y dormida con el pijama de Robert Capa.
Podría parecer un niño si no fuera por las cejas tan finas y depiladas. El cuerpo de medio lado, la mano bajo el pecho, el pelo corto y revuelto, la pierna izquierda flexionada con la tela enredada en la rodilla como si hubiera estado dando muchas vueltas antes de dormirse. (233).

Esta descripción detallada, que nos permite imaginar perfectamente la foto de abajo sacada por Capa, es una característica de la novela de Fortes, donde encontramos varios otros resúmenes visuales de las fotos de los dos (en el capítulo XVI, Fortes describe “la” foto de Capa). Menciono la nota de la autora e incluyo la foto de abajo porque me gustaría apuntar que la foto que le inspiró a Fortes es una de Taro sacada por Capa. Es una foto que, como bien dice Fortes, podría ser la de un niño. Lo profundo de la imagen es que los espectadores sabemos lo que presenció Taro y lo que captó el objetivo de su Leica; sabemos que está muy lejos de ser una niña. Pero la imagen la mantiene en un estado aparentemente inocente, lejos del peligro y el trauma de la guerra. Y también la mantiene en la ropa de Capa y bajo su objetivo – o sea, vista a través de los ojos de él.

De la misma manera, Susana Fortes no parece estar segura si dotarle a Taro de una independencia de espíritu – casi diría que un toque “feminista” – o retratarla como dice su título inexplicable, “esperando” a un hombre (más sobre el título después). Es decir, la autora no siempre demuestra un interés serio en desarrollar a una mujer con sus propios pensamientos e ideas y en su lugar, sigue viendo a Taro por medio de los ojos de Capa. Quizá por eso nunca pude “conectar” con Taro (ni con ninguno de los personajes). Por un lado, leemos de una Taro que “se atrincheraba tras la muralla de su orgullo” (189) o de una Taro, otra vez, “atrincherada en la muralla de su independencia” (200) -- ¿alguien revisaba este manuscrito? -- pero luego, de un Capa seducido, listo para acostarse con ella siempre que pueda:
Pero cuanto más luchaba contra la presencia de ella, más se obsesionaba con su cuerpo, la planicie de su estómago, la curva leve de su tobillo, el hueso saliente de la clavícula. Ésa era su única geografía. Necesitaba acostarse con ella no una noche, sino todas las noches, tumbarla boca arriba en una de aquellas camas, abrirle los muslos y adentrarse en ella, domándola a su ritmo. . .” (201)
Las escenas sentimentales, que parecen hechas para llevárselas directamente al cine, quitan mucho de la esencia de la novela. No, no soy puritana, y no digo que no se deban incluir -- el amor y el sexo continúan durante las guerras – sólo que lo sentimental, aquí, llega a un nivel que diría que es casi cursi: “Nunca había gritado en el orgasmo de ese modo como aquel día con el vuelo ensordecedor de los aviones pasando cerca y los estampidos en serie de la defensa antiaérea retumbando al otro lado de la calle” (168). Estas escenas, que parecen sacarse de una novela rosa, restan valor a los pasajes que describen el compromiso político de Gerda, donde vemos a una Gerda muy autónoma y terca, que se empeña en hacer las cosas por su cuenta – y hacerlas estando Capa o no.

Me quedé perpleja leyendo Esperando a Robert Capa y al leer mis observaciones de arriba, sigo sintiéndome así. En las entrevistas que ha hecho la autora, demuestra una pasión por hablar de Taro y un deseo de rescatarla del olvido. Tuve la impresión que la novela iba a narrar principalmente la vida de Taro, pero parece que Fortes no está segura del protagonismo que le quiere dar, así que deja que Capa siga en su papel de siempre, de héroe a lo Hemingway, lo cual termina quitándole cierta subjetividad a Taro. Por ejemplo, cuando las fotos de André (el nombre verdadero de Robert) se publican sin atribuirle ningún crédito “como si no fueran suyas” (45), el narrador en tercera persona nos explica los pensamientos de Taro al respecto: “Lo más peligroso para algunas mujeres es que alguien les ponga en la mano una varita de hada madrina. Te voy a salvar, pensó. Puedo hacerlo. Quizá me salga caro y es posible que no te lo merezcas, pero te voy a salvar” (45). ¿No se da cuenta Fortes que la frase “como si no fueran suyas” realmente se aplica más a Taro que a Capa? Unos capítulos después, parece ocurrírsele, cuando hace que Taro reflexione sobre el éxito de Capa: “Estaba orgullosa de él, claro que lo estaba. Al fin y al cabo la invención de Robert Capa había sido idea suya. Pero le creaba cierta desazón el hecho de que muchas de las mejores fotos que ella había realizado en España, aparecieran publicadas sin su firma, atribuidas a él” (169). Para terminar con esta crítica del tema de género en la novela, sólo añadiré que no me explico el título, Esperando a Robert Capa.
¿Quién o qué espera a Robert Capa? Sin duda, no es la guerra, porque la guerra nunca espera, ni mucho menos para que alguien la documente. ¿Es Taro? Sí, supongo que hay varias escenas en que ella lo espera, pero tampoco me da la sensación de postergar la vida porque él no está. Quizá, con el título Fortes se refiere al capítulo XIX, el momento más difícil de la guerra representada aquí, cuando Taro está sin Capa y ve a los refugiados yendo de Almería a Valencia y tiene que caminar “sola por la cuneta entre muertos apilados unos sobre otros” (182). Este capítulo es uno de los más intensos de la novela y parece que, más que Capa, lo que quiere Taro es encontrarse con un ser humano cuya cara reconoce. Pero también tenemos aquí a una Taro que responde, cuando le preguntan por Capa, “‘no soy su niñera’” (177). ¿Por qué elige Fortes el título “esperando” a Robert Capa? Otra vez, parece hecho para el cine, con Capa en el papel de héroe romántico. Según un bloguero, la portada está totalmente fuera del control de la autora, y puede que tenga razón:
En cuanto al título y a la portada, por pura intuición, diría que no se deben a la elección de Susana Fortes. Probablemente a la escritora gallega le habría gustado utilizar la foto de Gerda Taro en pijama y también que el nombre de ella apareciera, de alguna manera, en el título. Pero aquí me imagino a un importante ejecutivo de Planeta responsable de marketing y de ventas diciendo: ¿Gerda quién? Ni hablar, a esta tía no la conoce ni Dios, demos todo el protagonismo a Capa que es mucho más conocido, se ligó hasta a la Ingrid Bergman.

Dejando a un lado todo el asunto de la representación de Taro, uno de los aspectos más positivos es que se notan las horas de investigación por parte de la autora, tanto en la novela como en las entrevistas sobre ella. Entre las páginas de Esperando encontramos a gente como Alberti, María Teresa León, Paul Robeson, Norman Bethune, Hemingway y muchos más nombres destacados. Vamos a París, Córdoba, Madrid. Leemos del bombardeo de Gernika. Fortes alude a la persecución de los judíos y el nazismo (Taro era una judía nacida en Alemania). Incluye citas de su diario – de hecho, son sus palabras que empiezan la obra. En la nota al final de la novela también cita a varios otros autores que leyó antes de empezar a escribir (por lo menos una web ha apuntado la semejanza extraordinaria entre estos textos históricos y el libro de Fortes y alguno se ha atreviedo a llamarlo “plagio”). También es evidente, como ha explicado la autora, que pasó mucho tiempo viendo fotos. Sus observaciones de fotos conocidas las re-animan, especialmente cuando se ven dentro del marco de la historia que relata aquí, desde antes de la guerra hasta después.

Para los lectores que conocen ya la obra de Capa y Taro, será interesante “leer” esas fotos dentro de otro texto – lo visual forma parte de lo textual y vice-versa. Este último punto me hace pensar en algo que dice Susan Sontag en Regarding the Pain of Others (Sobre el dolor de los otros): “Harrowing photographs do not inevitably lose their power to shock. But they are not much help if the task is to understand. Narratives can make us understand” (89). Si queremos entender lo que vemos, necesitamos más que una foto. Nos hace falta una narrativa para acompañar la imagen. Con la cantidad de imágenes que nos asaltan hoy día, dice Sontag, ya no se trata de recordar una historia, sino una imagen (89). Esa imagen pierde valor a menos que exista una narrativa para situarla y describirla. Ésta parece ser una idea que retoma Fortes cuando dice “Hay fotos que no están hechas para recordar, sino para comprender” (150).
Esperando, por un lado, se siente como una novela muy anclada en la historia de una época, especialmente durante los pasajes que narran la guerra. Pero a veces, Fortes parece ser plenamente consciente de la actualidad y lo que vino luego para Capa, después de la muerte de Taro y el fin de la guerra civil; aquí, establece paralelos entre los fotógrafos de guerra desde el miliciano de Capa a Vietnam a Sudan: “Todos los fotógrafos odian esas imágenes que los persiguen como fantasmas durante toda su vida por el misterio y la adversidad escénica que encierran” (151). Pero más que dialogar con la actualidad, Fortes utiliza con frecuencia la técnica del flash forward (prolepsis), que produce el efecto de una especie de pronóstico del que no forman parte los personajes mismos. En otras palabras, en varias ocasiones el narrador nos resume lo que vendrá después, en este caso, para Robert Capa: “Capa no lo sabía, pero allí esperaba la foto de su vida. Una imagen que lo haría famoso, que daría la vuelta al mundo en las portadas de las principales revistas. . . .” (136-7). El tono de pasajes así me recuerda la voz en off del canal de Historia. Muchas veces, es como si los lectores estuviéramos, en efecto, viendo un documental histórico más allá del marco de la novela. “Comparten” información autor y lector, pero el personaje no puede saber todavía qué le pasará.

Fortes emplea esta técnica al final de su novela después del accidente que mata a Taro en 1937, cuando la fotógrafa parece adquirir la extraña habilidad de prever el futuro – primero, después de que está herida a muerte y aparentemente inconsciente, ve el titular de su propia muerte y a su padre en el entierro, y luego salta la narración a Nueva York: “Vio todo eso en apenas un segundo y también brindó con él champán, un día de 1947 en el segundo piso de MOMA de Nueva York, cuando él y Henri Cartier-Bresson y Maria Eisner fundaron la Agencia de fotografía Magnum. ¡Cuánto le hubiera gustado estar allí!” (230). Una vez más, los pensamientos narrados de Gerda decepcionan, pero es fácil ver cómo se enamorarían de esto en la gran pantalla. Entiendo que Fortes tuvo que combinar los datos históricos con la ficción, pero a veces el mundo ficticio que crea se lee como un guión cinematográfico más que una novela. Ramón Buckley, en una reseña en Revista de Libros, con la que concuerdo, considera que el problema no es tanto del cine, sino de no saber si la novela es un ensayo o una obra de ficción: “fracasa . . . en esta última obra, quizá porque no ha sabido distanciarse lo suficiente de su personaje, quizá porque no ha sabido deslindar entre el ensayo y la novela, sea o no histórica.”
Es normal que tantas novelas sobre la guerra civil se narren desde el punto de vista de españoles. Aquí, tenemos una oportunidad interesante de ver España por medio de los ojos de una extranjera que vino a sacar fotos de un país en guerra, un país que no era suyo y cuyo idioma apenas hablaba. Sin embargo, aprendemos más sobre la relación entre Taro y Capa que cualquier otra cosa. Es difícil, incluso dentro de esa relación, acercarnos como lectores a la figura de Taro. ¿Debemos admirarla? ¿Compadecerla? Si Capa es un “nómada sin patria” (107), ¿quién es ella? Si el narrador nos cuenta que “España fascinó a André desde el primer momento” (62), ¿qué pensaba ella? El narrador nos dice: “Tanto Capa como Gerda querían encajar en aquel pasaje. Gradualmente se fueron despegando de sus orígenes como esos ríos que atraviesan a lo largo de su curso muchos países. Querían quitarse de encima la ropa de sus respectivas naciones. Ésa fue la primera enseñanza que les aportó España” (128). Me interesan estas reflexiones, y me gustaría que hubiera más.
Gerda Taro no murió como resultado directo de la guerra. Estuvo en Brunete, cuando “cayó del estribo del automóvil al que se había encaramado y fue arrollada accidentalmente por un carro de combate” (ver artículo para más información). Para contar su historia, prefiero el fin que cuenta Zúñiga: “esta joven fotógrafa alemana pronto fue olvidada aunque hizo más que ninguno: “entregó su hermosa vida a una digna tarea, a una justa causa perdida” (en Partes de guerra, ed. Ignacio Martínez de Pisón, 475).



Por ser la primera reseña que escribo para el blog de DIME, reconozco que he sido un poco dura. No descarto leer otra novela de Fortes, pero deseo que mi primera experiencia con su obra no hubiera sido ésta. Tenía expectativas altas, pero no se cumplieron. Concluiré por decir que Esperando a Robert Capa es una buena novela para introducirse al mundo del fotoperiodismo. Antes de leer, será útil tener un conocimiento mínimo de la historia europea del siglo XX, de la guerra civil y de las fotos de Capa, porque si no, es posible sentirse un poco perdido. La novela sí nos ofrece una visión más completa de Taro como mujer, artista y compañera de Capa que debe inspirarnos a investigar más sobre esta figura, u otras, como Kati Horna. El mérito de la novela de Fortes es que sí nos demuestra la fuerza y vitalidad de Taro al lado de alguien como Capa – y sin él también. Espero que la película de Mann le dé aún más protagonismo a la llamada “pequeña rubia,” pero me temo que ésta no sea la clase de película que triunfe en la taquilla.
Reseña de: Kathy Korcheck

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