Extraido de La voz de Marchena. Último capítulo de la NOVELA HISTÓRICA, Mariposas de aceite.
Marchena a 9 de diciembre de 1949.
Hoy serán mis últimas palabras escritas en este diario. El que halle este diario, tiene permiso de esta autora para leer y publicar el relato de una mujer que nació en una época inapropiada.
He vendido las tres cuartillas de tierra de lo que quedaba de “La Poderosa” a escondidas de mis hermanos. Con el dinero que me han dado por la tierra, he podido tramitar los documentos necesarios, que me ayudaran a exiliarme de España y comenzar una nueva vida. Llena de esperanza y libertad. En un París, donde me espera mi querida amiga Isabel Martín Sánchez, junto a su familia.
Algún día volveré a Marchena. Cuando haya desaparecido esta Dictadura, para poderle darle sagrada sepultura al ser que más he amado en mi vida, cuyos huesos reposan junto con otros librepensadores, en la fosa común del cementerio. Me voy con la pena de haber pertenecido a una familia de franquistas que me han tenido sometida desde los diez años a una dictadura de represión y a un pueblo marchenero en el que sus jornaleros me han repudiado por pertenecer a una familia aferrada al franquismo.
Marchena, 5 de septiembre de 2011
Tenía una historia muy emotiva entre mis manos. Pensé que debería compartirla con más personas. Me acordé de Javier Gavira, mi profesor de Historia, de Graduado de Secundaria de Adulto. Gran historiador de Marchena. Erudito sobre la Guerra Civil en Marchena, de la que está recopilando muchos datos para escribir un libro sobre la represión franquista del 1936-1939 en Marchena, además de estar involucrado en la asociación DIME “Dignidad y Memoria”.
Me puse en contacto con Javier, que se mostró encantado de que le enseñará el lugar donde había hallado el pequeño altar y el emotivo diario de Carmen Vázquez Pérez. Una vez en el altar de aquel envejecido muro, Javier realizó varias fotografías y tomo nota de lo que le pareció interesante.
Me dijo que por qué no ocultábamos aquel pequeño altar por respeto a Carmen, que lo había ocultado en su día en la más solitaria intimidad. Le dije que estaba de acuerdo. Con argamasa de cal, ocultamos el pequeño altar, que durante generaciones había estado oculto ante los ojos del hombre.
Me pidió, de la manera tan humilde que le caracteriza, que si podía leer el diario. No me pude negar. Le dije que podía leerlo y que lo utilizara como más conveniente le resultara.
Una vez lo hubo leído. Me comentó que era una historia muy conmovedora y que había hablado con varios miembros de la asociación “DIME” para ver, si podían contactar con Carmen, autora del diario.
Por le edad que se podía deducir leyendo el diario. Podría tener sobre noventa años. Existía la posibilidad de que estuviera viva.
Después de varias pesquisas, averiguaron que Carmen, llevaba muchos años impedida en una cama, a consecuencia de un trágico accidente de tráfico en el que quedó inválida. Pero mantenía sus facultades mentales en magníficas condiciones. Vivía en París en la calle Rue de Rossiers, número 64.
Carmen se emocionó mucho cuando supo que personas de Marchena la estaban buscando. Al cabo de cincuenta y dos años, cuando ella no dejó en Marchena a nadie que la quisiera. En aquella época donde imperaba la Dictadura.
Javier, que tenía planificado de ir a París en septiembre de vacaciones a Disneyland París junto a su familia, le prometió a Carmen que se pasaría por su casa y le llevaría su diario y fotos de lo que quedaba de la hacienda “La Poderosa” y sus alrededores. También le llevaría fotos de Marchena y de marcheneros que vivieron en la década de los años 1920, 1930, 1940 y fotos de como Marchena había cambiado su fisonomía hasta la actualidad.
Después de su regreso de París, Javier dio una charla en la asociación “DIME” sobre la vida de Carmen. Lo primero que nos relató es que Carmen una vez instalada en Paris, reanudó sus estudios y que se sacó una Diplomatura en Historia del Arte en el año 1959 en la Universidad de la Sorbona, en la que ejerció como profesora hasta 1982, edad en la que se jubiló.
Le comentó a Javier, que en 1983, sufrió un grave accidente de tráfico, que la dejó postrada en la cama de por vida y que por eso no había podido ir a Marchena a cumplir la promesa de darle a Manuel digna sepultura.
Javier nos relataba de cómo lloraba Carmen leyendo su propio relato, recordando los malos años vivido durante su niñez y parte de su juventud, en manos de sus familiares y bajo el yugo franquista que tantas atrocidades y asesinatos cometieron contra tantas personas que luchaban por una igualdad de derechos y una libertad de pensamientos.
Carmen le contó, que desde los diez años, empezó a sentir en su cuerpo y en su alma la represión, por parte de sus familiares y amigos de su padre, y que por parte de la clase obrera, se sintió repudiada, por ser miembro de familiares que eran férreos a la Dictadura. Con todo esto, Carmen decía que nunca estuvo de acuerdo con la forma ideológica de pensar de su familia.
Le confirmó a Javier que había fundado una asociación para ayudar a los damnificados que venían exiliados de España, huyendo del terror de la Dictadura, dándoles asilo político y ayudándoles a tramitar nuevos documentos de identidad y a establecerse en París.
A Carmen le habían diagnosticado un cáncer y le quedaba unos meses de vida. Carmen quería que la incineraran y que sus cenizas fueran esparcidas por el cementerio de Marchena, lo más cerca posible de la fosa común donde reposaban los huesos de Manuel.
Javier le dijo a Carmen, que si esa era su última voluntad, estaría encantado de cumplir sus deseos. Carmen añadió, que le gustaría que esparciesen sus cenizas el día de la conmemoración de la Segunda República.
El día 6 de abril de 2011, llegaron los restos de Carmen Vázquez Pérez, desde París, incinerados en una urna. Los restos estuvieron, depositados en la asociación de DIME, hasta el día 14 de abril 2011, día de la conmemoración de la Segunda República. Las cenizas, las esparcieron en un arriate, junto al Monumento de la Memoria.
Esa misma noche del 14 de abril de 2011, en la fosa común del Cementerio de Marchena, se escuchaba un nuevo grito por la libertad.
Era la voz de una niña de diez años que cantaba un breve estribillo que había escrito, en un viejo pasquín:
Soldados la patria/ nos llaman al lid/ juremos por ella/ vencer o morir/.
VERDADERAMENTE NO ES UN RELATO TOTALMENTE VERDADERO, ES NOVELA HISTÓRICA,ESO SÍ BASADO EN HECHOS, PERSONAJES, Y CONTEXTO HISTÓRICO DE ESA ÉPOCA, LOS NOMBRES SON FICTICIOS Y PARTE DEL RELATO ES OBRA DE LA IMAGINACIÓN DE JOSÉ MARTÍN, QUE HA QUERIDO REALIZAR UN HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DE LA DURA REPRESIÓN FRANQUISTA.
ResponderEliminarJAVIER GAVIRA
Quiero dar las gracias, a La Voz de Marchena y a Dignidad y Memoria por haber publicado "Mariposas de aceite".Un relato creado desde el sentimiento, que va más allá que de mi limitado nivel académico.
ResponderEliminarTambiém queria agradecer a Javier Gavira por su colaboracion desinteresada, que ha movido los hilos para que este relato se difunda y que por su participación prologada en cada capitulo, ha enaltecido el transcurso de lo acontecido en el relato.
José Martín Herrera