Para mi madre, para los luchadores de la memoria
Marchena en mayo
Más allá de la literatura todos
tenemos un territorio mítico, de existencia obstinada , presente en nuestros
sueños, a veces dulce , a veces atormentante; con personajes fantásticos y escenas
que se repiten en nuestra imaginación a lo largo de los años.
Marchena fue para mí ese
territorio, el inalcanzable lugar en el que mi madre vivía siempre y desde el
que a veces nos llamaba para que conociéramos a Sebastián o a Juan el Guarda, a
Olmo , a su niñera Patrito ,o a Don Santos.
Aunque había estado muchas veces en la otra
Marchena, a la que se supone más real fui por primera vez a los once o doce
años, y si, fue verdaderamente esa Arcadia perfecta de mi madre ; el verano
allí era hondo, la luz lo desbordaba todo, se tragaba el día y en la noche se
masticaba aún su calor, leyendo cuando crecí reconocí esa sensación en las
páginas de Camus. Aquel verano todos los
días elegía el mejor menú de las mesas de las tías y los primos de mi madre y merendaba los que aún son mis bizcochos
favoritos .Los primos de mi madre eran amables y muy cariñosos, nunca había
convivido con gente tan alegre, tampoco había visto deshacerse así de puro sol las flores. Entonces aunque sabía
que mis abuelos habían muerto en la guerra, no sabía que los habían muerto a ráfagas de metal contra la cal
de Marchena, los imaginaba aplastados por una bomba o abatidos por una bala
perdida como en las películas, como pensaba que moría la población civil en las
guerras. No los busqué en las calles .Tarde mucho en volver, para cuando lo
hice ya sabía media verdad, a mis abuelos los habían ametrallado contra la
pared muda del cementerio y mi Arcadia había desaparecido con ellos para
siempre enterrada en una fosa común.
Incomprensiblemente mi madre
seguía viviendo en sus misteriosos abrigos del tiempo, vivía con su dolor, pero
vivía aún en Marchena.
Todo para mí fue confuso desde
entonces, miro Marchena cuando voy, siempre luminosa y hospitalaria, con todas
las flores que mi madre reunió para
nosotros en la infancia , veo el arco y las murallas, sus caminos de olivos, el
carnaval , la limpieza que hace de la cal casi un rio ; abrazo a los nuevos
amigos, queridos todos, lejanos siempre . Pero se me hace un nudo en la garganta
creo que un día ese nudo se va a desatar en un llanto tan
copioso como la lluvia de los trópicos y
va a arrastrar hasta mis pies a todos mis hermanos asesinados, navegando en las
ligeras barcas del sol como los resucitados egipcios y que con ellos vendrán
sus hijos y sus nietos , esas asambleas de gente honrada y buena que saludo con emoción todos los años . Nos
imagino juntos como una muchedumbre flexible,
pero constante como el agua porque estamos hechos de lágrimas .En mis
sueños nos abrazamos como las olas dejando caer nuestro llanto los unos sobre
los otros, pero también acumulando la fortaleza que hace la marea, y somos así , juntos , la gota y el mar. La
espuma que encala las calles que son nuestras heridas, aquellas que abandonaron
a nuestros muertos amados en su camino hacia su tumba clara en los vientos .En
ese momento hay un pequeño instante en
el que creo que lo comprendo todo, cómo nos exiliaron para siempre , como para
siempre quisieron robarnos también Marchena, y como mi madre se la arrebató
pedacito a pedacito, con cada una de las
sonrisas de sus infancia, con la muñeca
abandonada en la lluvia y la mano también chiquita de Sebastián que la llevaba
al colegio , con su padre en el mostrador de la tienda y su madre regando macetas
con una flor en el pelo, con la dulzura y el valor de todas aquellas gentes, con sus primos , sus mañanas de sol y sus
dulces. Siento con cuanto dolor y con
cuanto amor mi madre defendió esa
minúscula isla del sur atacada por la barbarie ,sólo para que un día nosotros
pudiéramos arribar fieles a sus orillas en mayo, abrazaros a todos con el corazón extendido y honrar en el azul
de las ramas siempre más altas a nuestros muertos.
May
Valencia Herrera
En Cieza 30 de Abril de 2013.
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