Piden señalizar y proteger
el antiguo campo de forzados para evitar su destrucción. Murieron de hambre
cien presos haciendo un canal entre La
Algaba y Guillena.
El Mundo.
Sevilla/Eduardo del Campo/16/09/2013
Foto:
E. Lobato. Edificio en ruinas donde estuvo el Campo de Las Arenas
Hace unos años,
hacia 2004, una profesora en el instituto de la
Algaba , aprovechando que el centro acogía la exposición sobre
el Canal del Bajo Guadalquivir, construido
por presos esclavos del franquismo internados en Los Merinales y La
Corchuela , pidió a sus alumnos que preguntaran a sus padres y
abuelos por otro campo de trabajos forzados que había existido en su pueblo,
pero del que se sabía muy poco. Los chavales inquirieron en casa pero volvieron con las manos vacías,
recuerda el coordinador del grupo Recuperando la
Memoria de la
Historia Social de Andalucía de la
Confederación General del Trabajo (CGT), Cecilio Gordillo,
impulsor de aquella exposición.
El tiempo y el
silencio impuesto por el miedo habían borrado casi toda la memoria de aquel
sitio. La profesora, dice Gordillo, se dirigió al cuartel de la
Guardia Civil para preguntar, ¿Dónde estuvo el campo de Las
Arenas?, con suerte de que un agente la invitó a subirse al todoterreno y la
llevó por la carretera A 188, que conduce a Torre de la
Reina , y unos dos kilómetros antes de llegar a esta pedanía de Guillena, aunque aún en el
término de La Algaba ,
le señaló un edificio en ruinas. <<Nos
enteramos de dónde estaba por la
Guardia Civil , si no, habría sido imposible>>, dice
Gordillo.
Ha pasado una
década y el edificio está aún más deteriorado. Se ve pasando el pequeño
polígono industrial Las Arenas, a la izquierda de la calzada, justo donde el
asfalto hace un giro de 90 grados a la derecha. Está a unos veinte metros del
canal de Viar, que trae las aguas del río homónimo para regar estos maizales y
cuya excavación, iniciada en la
República con obreros libres, concluyeron los internados en
este edificio con aspecto de cortijo.
Además trabajaron en la urbanización del poblado agrícola de Torre de la
Reina (cerca de El Viar, antes el Viar de Franco).
Atravesando maleza,
basuras y los escombros caídos, el que se detenga a husmear por aquí verá
dentro de un patio la puerta tapiada
de una casa, con una ventana abierta por la que se ven unas escaleras, una
chimenea, enseres abandonados de ocupantes posteriores; a sus espaldas, un
edificio de unos veinte metros de longitud con una galería de arcos cuyo techo se ha desprendido casi entero, aunque
aún cuelgan entre sus vigas de madera carcomida unas tejas con la inscripción
"Manuela Fernández, Sevilla, Triana". En el tejado anidan palomas. Hay un pozo. El
interior del edificio principal está cerrado.
Este es, alerta
Cecilio Gordillo, <> campo de trabajadores esclavos de
los que durante la
Guerra Civil y la dictadura rodeaban como una corona de
espinas la ciudad de Sevilla cuyos restos arquitectónicos permanecen aún en
pié. Pero ni Las Arenas ni ninguno de los otros lugares o infraestructuras
asociados al trabajo forzado están protegidos legalmente con la figura de Lugar de la
Memoria dentro del listado que creó la
Junta en 2011 para evitar su derribo, y ni siquiera están
señalizados: en esa invisibilidad permanecen los campos de Las Arenas, Los
Merinales, La Corchuela
y el Colector o Heliópolis (este en la capital); el deposito de presos de La
Isla , la finca militar
Las Turquillas entre Osuna y Écija (donde recluyeron a jornaleros y ante la
que el pasado 1 de Mayo se manifestó el SAT); el muro del pantano de Torre del
Águila en Utrera (la vecina El Palmar de Troya la crearon las familias de los
presos) o los Batallones de Trabajadores Penados del parque de Oromana en
Alcalá de Guadaíra, y de Lora del Río. Algo que reclaman desde hace más de diez años, y sobre lo que ahora insisten
para que el olvido y la erosión no terminen de devorarlos.
Represaliados
políticos.
Falta, junto a la
limpieza, consolidación y protección del
edificio junto al canal del Viar, al menos un simple cartel que mencione que
aquí murieron <>. Muchos de ellos,
dice Gordillo citando la investigación de la historiadora María Victoria Fernández
Luceño, eran presos gubernativos acusados
de mendicidad. Otros eran represaliados políticos. Grandes propietarios
agrícolas pidieron al general Queipo de Llano, virrey de Sevilla, que diera de
comer a esos presos porque se morían a
puñados y se quedarían sin nadie para terminar el canal, cuenta Gordillo.
Esto y algo más
podría decir un cartel al pie de las ruinas. Pero no hay nada. Por eso piden a la
Junta que se llene ese
vacío y a la
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, de la que se cree
que es la propietaria del edificio abandonado, que lo limpie, consolide e impida su demolición. Hoy solo se oye el
ruido de los coches y camiones al pasar por la curva y, cuando callan, el rumor del agua en el canal y el viento entre los árboles. Los llantos de
los que sufrieron aquí hasta la extenuación y la extinción, hay que imaginarlos.
DIFUNDE
Alcalde Isacio
Contreras 2b, local 8 / 41003 Sevilla
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