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OLIVIA CARBALLAR / 17 Abr 2014
“A las diez y media de la mañana de hoy se celebrará en la iglesia de los Servitas, de la collación de San Marcos, el acto solemne de la bendición de la nueva escultura de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras de la cofradía de reciente creación en el citado templo, con la advocación de Nuestra Señora de los Dolores. La escultura es obra de don Antonio Perea, y ha sido aprobada por la Junta Diocesana de Arte Religioso”. Así abría Abc de Sevilla el 26 de marzo de 1939 la página 14. Era domingo de Ramos. En esa fecha, ese mismo escultor estaba en la cárcel provincial de la capital. Allí fue donde hizo, con sus manos, el Cristo, el Cristo de la Cárcel. Luego pasó por el campo de concentración Los Merinales, en Dos Hermanas (Sevilla), hasta mediados de los 40, cuando por fin salió en libertad.
Nacido en San Marcos, uno de los barrios populares donde más resistencia hubo a las tropas de Queipo de Llano, Antonio Perea ayudó a las personas que aguantaban en las barricadas con comida y víveres. Fue juzgado y condenado por un Consejo de Guerra a 14 años, 8 meses y un día de prisión. “No parece que antes del Movimiento fuera de los extremistas peligrosos, pero una vez establecido el mismo, auxilió a los revoltosos de las barricadas que se levantaron en el barrio en que vivía, llevándoles agua y permaneciendo ratos con ellos, aunque no consta que usara armas de fuego ni que compartiera con los revolucionarios su espiritu combativo”, reza el texto con las acusaciones, recogido por Carlos José Romero Mensaque, autor de su microbiografía en Todoslosnombres.
Cuenta Romero Mensaque que, en una visita a la cárcel, su amigo José Laborde, miembro de Falange y mayordomo de la hermandad, le encargó la escultura. “Tomó como referencia iconográfica la magnífica obra de El Greco El Expolio. Él afirmaba que le sirvió de modelo para el Cristo un compañero de prisión condenado a muerte”, añade.
Según la hermandad, la imagen fue tallada en un taller que se le habilitó en la propia cárcel debido a las influencias de su amigo falangista. ”Fue muy elogiada por el mundo cofrade -afirma Romero Mensaque- y creó en el barrio una creciente devoción. La circunstancia de haber sido tallada por un recluso fue muy comentada, generó un sentimiento especial entre los condenados”. “Y de alguna manera creó un cierto prejuicio en determinadas instancias sociales y eclesiásticas, que nunca aceptaron esta presunta afinidad con elementos de izquierda“.
La primera vez que procesionó fue en 1941. Al año siguiente, la hermandad fue denunciada por un comportamiento “desordenado” de algunos nazarenos que terminó casi con su desaparición. Ese comportamiento desordenado fue beber en una taberna. “Hemos de añadir que en esta época era frecuente tal comportamiento y podríamos citar varias cofradías con ejemplos similares. De ahí el calificar de injusticia tal decisión ya que a otras de más renombre la autoridad eclesiástica se conformaba con aplicarles una multa o apercibimiento”, afirma la hermandad. El propio Antonio Perea, según Romero Mensaque, “nunca dejó de pensar, aunque sin argumentos constatables documentalmente, que en lo ocurrido pudieron pesar sus propios antecedentes”.
Según el historiador José Luis Gutiérrez, los golpistas se quisieron apropiar de los espacios usados en los barrios populares como la Macarena, donde actualmente descansan los restos de Queipo de Llano. “Se apoderaron de los espacios simbólicos. La Macarena era el feudo de la CNT y el PCE y la basílica de la Macarena se construyó sobre una parte de Casa Cornelio, una taberna donde se reunían anarquistas y comunistas que fue bombardeada en el 31 por la República”, explica Gutiérrez, que entiende que sacar los restos de Queipo de allí debería ser iniciativa de la propia hermandad: “Porque así se recuperaría ese espacio simbólico ocupado por los vencedores”.
LOS CAUTIVOS
Las imágenes titulares de los barrios próximos al Canal de los Presos son Cautivos, como Nuestro Padre Jesús Cautivo en Torreblanca y Nuestro Padre Jesús Cautivo en el Tiro de Línea, en Santa Genoveva, hermandad que lleva el nombre de la mujer de Queipo de Llano. El suyo, su nombre de pila, lo lleva la trianera San Gonzalo. Una de sus imágenes titulares, otro Cautivo, fue obra de Luis Ortega Bru, también represaliado por el franquismo. Su madre fue fusilada por un presunto delito de rebelión militar en 1936, y a su padre lo asesinaron por la misma causa en 1939. Ese mismo año Luis Ortega Bru fue encarcelado por ayudar al bando republicano, según explica Francisco Santiago en su microbiografía en Todoslosnombres. En 1940 fue puesto a disposición del consejo de guerra de Algeciras y condenado a tres años de prisión por un delito de auxilio a la rebelión. “Según fuentes familiares fue condenado a muerte, pero recibió indulto y se redujo la condena a un año de prisión y cinco años de trabajos forzados”, aclara el autor de la microbiografía.
El escultor esculpió la talla de San Gonzalo en 1975. “Ortega Bru no quiere ajustarse a los cánones clásicos de la representación iconográfica de los Cautivos, tradicionalmente tratados de manera frontal, y, siguiendo las concepciones propias de su quehacer, sorprende al crear un cuerpo en movimiento, en una disposición casi imposible y contraria a las leyes no escritas de la imaginería procesional. Se capta, en toda la representación, la fugacidad de un impulso marcado pero a la par serenado por la expresión del rostro de Cristo”, explica la hermandad. Entre sus obras, también destacan esculturas del Retablo Mayor de la Basílica de la Macarena: el Crucificado de la Salvación, y, de nuevo, San Gonzalo y Santa Genoveva. Ortega Bru falleció en 1982. Antonio Perea, en 1998.
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