El escritor expresa que la época de la Transición "llevó implícitas grandes dosis de impunidad. "Uno escribe contra todo aquel que preferiría que no escribiera lo que escribe" añade.
Diario de Sevilla / Pilar Vera
29.07.2011
Foto: Benjamín Prado
-¿Qué conocemos realmente de la operación Gladio?
-La pregunta sería más bien qué no conocemos. El tema de la operación Gladio no es sino un síntoma de cómo la Transición fue una tapadera de una serie de episodios muy significativos de aquel momento, que estaban protagonizados por gente que quería imponerse a través de las armas. Unas gentes que empezaron alentando el golpe de Estado y terminaron con el GAL. La idea clave es que ha habido ciertos momentos de nuestra historia sobre los que se ha echado una cortina de silencio, que ha sido el candado que ha cerrado grandes verdades. Es una ingenuidad pensar que el fascismo podía terminar de un día para otro. La Transición, que fue la pista de lanzamiento de nuestra democracia, llevó implícitas grandes dosis de impunidad.
-En países como Chile o Argentina, en principio, los jerarcas relacionados con las dictaduras fueron amnistiados pero luego, se llevaron a cabo procesos judiciales... Pero esto ha sido impensable aquí.
-Aquí se tomaron medidas y pactos que quizá entonces eran disculpables: había muchos enemigos de la Transición y fuerzas oscuras que intentaron provocar un golpe de Estado. Lo que no se entiende es que ahora sigamos con lo mismo. No hay ningún peligro en las reivindicaciones de hoy en día, como las que pueden tener los miembros de la Memoria Histórica o las que reclaman los padres de niños robados. Yo no creo en la idea de las dos Españas, y pienso que no hay derecho o superioridad moral que pueda decirme que estoy vulnerando no sé qué espíritu de nada al exigir ciertas cosas...
-Es cierto que han quedado ciertas inercias...
-Aquí la dictadura fue feroz. No es cierto que Franco no fuera un dictador del tamaño de Hitler. Insufló en la sociedad un temor paralizante, que duraría décadas... El miedo es algo muy poderoso, pero lo que no es comprensible es que sigamos igual ahora. Cosas como lo del Valle de los Caídos son impensables en países como Italia o Alemania, allí no hay monumentos a sus dictadores fascistas.
-Las actividades de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica forman un capítulo importante en la novela. ¿Ha estado en contacto con el grupo?
-Claro, la ARMH realiza una labor estupenda y preocupante, porque son voluntarios: gente que trabaja con muy poca ayuda y fuera del Estado, con más inconvenientes que dificultades.
-El personaje de la juez en Operación Gladio, Bárbara Valdés, muestra lo peligrosa que puede ser a veces una ecuanimidad exacta...
-Toda ecuanimidad es falsa, hay mucha gente que saca esa palabra ahora y la ha tenido oculta durante mucho tiempo. La ecuanimidad es siempre de derechas. En esta historia he tratado de mostrar, también, lo muchísimo que me preocupa el sistema judicial en este país, con actuaciones que a veces van en contra de los derechos fundamentales. Recuerdo a Trillo, por ejemplo, que expatrió los cadáveres de la División Azul, cosa que me parece muy bien... Pero, entonces, ¿por qué no tienen los mismos derechos los republicanos enterrados en el Valle de los Caídos?
-Uno de los entrevistados, supuesto pope de la Transición, dice: "En el Estado de Derecho, lo que no se puede probar no ha existido". Viva Fouché.
-La realidad también es una construcción, firmemente erigida por quienes dominan el mundo de la economía. La realidad no es objetiva. Los comités de operaciones, las verdades oficiales... tratar de huir de todo esto, y explicar el mundo en el que vives es bastante complicado. Lo fácil es hacer una novela diciendo que Dante era una chica que asesinó a Shakespeare y le robó la idea para la Divina Comedia. Alberti decía que la literatura sirve para luchar contra las injusticias, además de entretener, fabular o aprender. Uno escribe contra todo aquel que preferiría que no escribiera lo que escribe; es una teoría que me acabo de inventar pero a la que me adscribo de inmediato.
-"En este país -dice un supuesto socialista histórico- se adelanta por la izquierda". Ejem.
-Y es verdad que se aprovecha la izquierda para adelantar, pero luego vuelven a escorar al centro.
-En el retrato que hace del Franquismo, también hay estampas de surrealismo delirante, como el de la gasolina en polvo...
-Si no fuera porque son criminales, todas las dictaduras serían para morirse de risa. Ahora los economistas dicen que no gana el más fuerte sino el más rápido: en las dictaduras, gana el más criminal, el que tiene menos principios. Franco era un ser estúpido, el más maligno y el más estúpido.
-Pues qué optimización...
-Era el más sanguinario y el más cruel, por eso era implacable. Todo lo demás es decorativo: eso es lo único real, el fusilamiento y el garrote vil. Era un canalla porque aterrorizaba con fuerza desmedida, matando moscas a cañonazos. Y luego era lo suficientemente idiota para creer en cosas como el tipo de la gasolina en polvo o que en España había yacimientos de oro y petróleo. Franco era profundamente estúpido y un timorato intolerante. Y tenía la falta de empatía necesaria en todo asesino...
-Y en los departamentos de personal... Se dice que el totalitarismo, hoy en día, es económico.
-La banca, el FMI, los mercados, las agencias de calificación... todo es totalitarismo ahora, lo cual supone una desventaja, porque es más invisible y no sabes bien dónde tirar la piedra. La política ahora es una hermana pequeña de la economía.
-Es usted consciente de que lo peor que le puede pasar a un periodista es tener vocación...
-Porque entonces el aplastamiento es total. Si consideras el periodismo como una cosa en plan Lou Grant, estás jodido. El periodismo ha de hacerse más allá de la nómina... aunque creo que debe estar en vías de extinción, el periodista con nómina.
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