miércoles, 23 de noviembre de 2005


Al finalizar la centuria pasada, Napoleón Bonaparte, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, eran los temas historiográficos, por este orden, con un mayor número de títulos publicados. Con el comienzo del nuevo siglo, la Guerra Civil ha pasado al primer puesto del catalogo editorial.

Esto es debido, obviamente, a dos razones complementarias. Una, la dedicación que el tema merece por los investigadores en todos sus aspectos, y no sólo los exclusivamente bélicos: económicos, sociológicos, políticos, biográficos, etc. En segundo lugar, si no se venden no publican, a la demanda que el conflicto bélico de los años 1.936 - 39 sigue teniendo entre las nuevas generaciones de españoles, además de analistas extranjeros. A ello cabría añadir, como muestra del interés que aún genera sus estudios, la celebración de congresos, seminarios, foros de debate, etc., prácticamente a lo largo del año y en distintos ámbitos académicos, formativos, divulgativos, etc.
Para el caso que nos ocupa, el estudio concreto de la guerra civil en la población sevillana de Utrera, tendríamos que remontarnos al año 2000, durante la celebración de una reunión del Centro de Estudios Históricos de Andalucía, - CEHA -, en la que entre los posproyectos y trabajos de los distintos miembros se expusieron dos líneas de estudio: uno, sobre la República en Utrera enfocada hacia aspectos sociales y de género que llevaba a cabo Javier Castejón, del CEHA Utrera; y otro, del que suscribe estas líneas, referido a la Diputación Provincial de Sevilla en el primer semestre de la guerra civil. Como comentarios coincidentes, se llegó a la necesidad de abordar el estudio del periodo República - Guerra civil en Utrera ante la falta de noticias bibliográficas al respecto.
Un paso previo, necesario no sólo para una investigación historiográfica, fue averiguar si ese proyecto ya se estaba realizando; pues la duplicidad de esfuerzos induce tanto a la inutilidad como al desgaste de energías que podían ser encaminadas hacia otros fines. Una vez sondeada la iniciativa con compañeros e investigadores, conocimos los trabajos de Javier Gavíra en Marchena, de Fernando Romero en Villamartín, la publicación de la Historia Contemporánea de Lebrija, algunas, monografías sobre otras localidades de la provincia, y el ambicioso proyecto que pronto será publicado de Juan Ortiz Villalba sobre la guerra civil en la provincia de Sevilla, tras su importante y necesaria fuente de información que supuso su estudio sobre la capital, Sevilla, 1.936.
La confirmación de que el tema no estaba siendo estudiado, nos permitió estar al corriente de la bibliografía existente; por la que constatamos no sólo la practica ausencia de monografías, sino que las referencias a la guerra civil en Utrera eran escasas, en el contexto de la toma de pueblos por las columnas enviadas por los sublevados en julio del 36, y curiosamente aportando datos incompletos en relación con otras localidades; de tal forma que, los pocos que se conocían eran continuamente reiterados.
Como complemento, en los pasos previos para decidir abordar la investigación del tema utrerano, entrevistamos al azar a algunos habitantes del pueblo con el fin de detectar el conocimiento sobre aquellos hechos, y cual era la memoria actual que se mantenía. Curiosamente, los relatos eran prácticamente coincidentes hasta el punto de repetirse las mismas anécdotas con iguales palabras, limitándose a: Unos hombres republicanos muy importantes, buenos y considerados en el pueblo; una situación social y política en los meses del Frente Popular que iba degenerando, Queipo de Llano y las tropas moras del comandante Castejón acaban con aquella mala situación, muchos vecinos que huyeron al campo, y unos individuos del pueblo que mataron a mucha gente, siendo después de la guerra señalados, temidos y despreciados. Con esta simple y sencilla argumentación se respondía a todos los hechos y acontecimientos sucedidos en Utrera entre 1.931 y 1.936, reduciéndolos a la dualidad buenos y malos, la necesidad del golpe de estado, y señalando a los que hicieron el trabajo sucio como últimos responsables de la tragedia de la guerra; de forma que, la memoria colectiva utrerana mantiene ese periodo histórico resuelto, sin que las medias verdades, algunas falsedades y otros tantos mitos puedan llevar al más mínimo comentario, por lo que quedan relegados como situaciones pasadas en consonancia, aunque de forma inconsciente generalmente, con las consignas emanadas y difundidas durante los largos años del franquismo.
Tras esta primera fase en la que constatamos la ausencia de investigaciones, una más que escasa aportación bibliográfica, y por tanto de datos concretos, así como lo que acordamos en definir "versión oficial del pueblo", justificadora de lo sucedido pero ausente de cualquier sentido crítico, emprendimos al año siguiente, 2.001, la tarea de conocer aquél periodo de la historia de Utrera que se nos presentaba no sólo como un reto, ante el vacío existente, sino una obligación como historiadores para aportar una páginas clarificadoras de nuestra reciente historia local.
Metodológicamente, se inició la investigación con las consultas a los fondos existentes en los archivos locales, así como los de Sevilla capital y ámbito provincial; para seguir con los específicos eclesiásticos, militares, etc., y finalizar con los archivos nacionales: Guerra civil, Administración, etc. Los resultados no dejaron de aparecer y aportar datos significativos sobre la vida local, la represión, administración municipal, datos biográficos, etc.; si bien por el contrario, hay que mencionar el expurgo que
el archivo municipal de Utrera ha sufrido, ya fuese en los últimos tiempos del franquismo para eliminar datos en una mala conciencia de quienes temían la llegada del régimen democrático, como con documentación que pudiera interesar a alguien en concreto y no fue devuelto. En cualquier caso, ambas posibilidades son por desgracia realidades que los investigadores solemos encontrar con frecuencia en los archivos públicos, e incluso la desaparición de lotes completos de documentación vendida al peso como papel viejo. Lamentable pero cierto.
Dedicación especial fue la atención prestada a las hemerotecas y fototecas, locales y nacionales, por cuanto aportan aspectos de la vida ciudadana, y de los hechos bélicos ajenos a la oficialidad administrativa; versiones que permitieron confrontar datos, despejar anécdotas y abrir nuevos cauces a la investigación.
Aunque escasa, la bibliografía sobre la guerra civil en los pueblos de la provincia de Sevilla, tanto la generada por los investigadores como la militar fue decisiva para concretar hechos que se repetían; unas veces reseñando las fuentes, y otras pasando como originales o por referencias, lo que nos obligaba tanto a confrontarlas como su análisis posterior. En este sentido, las aportaciones de Juan Ortiz, con su trabajo, próximo a editar, sobre la guerra en los pueblos ha sido fundamental y desde estas páginas hacemos público agradecimiento de su colaboración. Así como el contacto con otros investigadores, lo que nos ha permitido no sólo ampliar los campos de prospección de fuentes e información, sino intercambiar conocimientos, siempre enriquecedores y de utilidad al coincidir con la reflexión ya expuesta de colaboración, concreción de temas y esfuerzos intelectuales o económicos.
Por último, abordamos el tema más delicado del trabajo, una vez que reunimos suficiente información y antes de pasar a analizarla para su redacción, estableciendo contacto con personas mayores que nos pudieran aportar testimonios directos. Pese a los años transcurridos, hemos tenido la fortuna de poder entrevistar a aquellos que siendo niños guardan memoria de cómo vivieron aquellos años, y a personas que en plena juventud participaron más o menos directamente en los sucesos de 1.931 - 1.936, por lo que nos ha supuesto una experiencia singular dada la envidiable salud física y estado mental de estos paisanos, cuyos testimonios enriquecedores incluso darían para otros estudios, una vez confirmados los innumerables datos y experiencias de sus vidas personales. Por ello, no sólo fue importante la localización directa de estas personas, sino a través del Hogar del Pensionista, que resultó fundamental y a cuya directiva agradecemos su implicación y colaboración.
Con la coincidencia en el tiempo dedicado a nuestra investigación se ha generalizado el tema de las fosas comunes en todo el Estado.
Si bien es verdad que los medios de comunicación han colaborado en la difusión y debate de las fosas donde yacen los fusilados víctimas de la represión ejercida por las tropas golpistas bajo las ordenes el general Queipo de Llano, propiciando el interés de las autoridades locales para dignificar esos lugares e incluso evitar su destrucción en otros casos, no se ha podido evitar que en ocasiones haya sido tratado el tema según las leyes del mercado audiovisual y por el propio morbo que genera. En este sentido, durante la investigación nos hemos encontrado obviamente con la fosa común de Utrera, y hemos optado por localizarla y en la medida que nos ha sido posible por los datos recabados cuantificar e identificar a los que fueron enterrados en ella. Pues se debe insistir que en la espiral represiva generada por los golpistas, no sólo fueron fusilados representantes políticos y personajes destacados, o combatientes, sino ciudadanos inocentes en el propósito de frenar cualquier iniciativa y sembrar el terror de la misma forma que por el miedo y la impotencia fueron asesinados vecinos destacados de la derecha conservadora de Utrera.
Esta reflexión la hicimos participe a la Consejera de Justicia, de forma verbal y posteriormente por escrito, tras mostrar su interés por el trabajo que estábamos realizando durante los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide celebrados el otoño de 2003 en Carmona.
Tras prácticamente tres años de investigaciones, con el método expuesto, nos encontramos en fase de publicar nuestro trabajo. A partir de la sublevación militar del 18 de julio de 1.936, el desarrollo de la vida municipal, la defensa del pueblo y la respuesta de las fuerzas políticas, estamos en condiciones de establecer una secuencia cronológica, hora por hora e incluso minutos, de cómo se sucedieron los acontecimientos entre el 21 y el 26 de julio, fecha de la toma de Utrera por los golpistas, demostrar las versiones existentes sobre las muertes de personas tanto republicanas como de derechas, el número de fuerzas actuante, y la defensa que los milicianos y jornaleros hicieron del pueblo, la posterior represión cuantificada e identificada, huidos, exiliados, huérfanos, guerrilleros y exilio, así como las nuevas gestoras nombradas por los rebeldes y sus disposiciones políticas que anunciaban una nueva situación, un nuevo Estado.
Permítaseme finalizar éstas líneas como las inicié, recabando la colaboración entre investigadores, en este caso instituciones, establecer la prioridad y clarificación en los temas de estudio, y por supuesto la seriedad y profesionalización. Ya hemos tenido experiencias de enfrentamientos entre asociaciones, con acusaciones sobre presuntas estafa a familiares sobre las fosas comunes, o proyectos novedosos fotos de un día, ante ayudas económicas, para que ahora con las ayudas de la Junta de Andalucía y otros organismos o instituciones, surjan individualidades ajenas a la labor de los historiadores, pues no en vano este supuesto ha sido incluido entre los puntos sobre los que reflexionar por el profesor Juan Ortiz ante investigadores de la República y la Guerra Civil en Andalucía.


José Díaz Arriaza
Centro de Estudios Históricos de Andalucía

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