miércoles, 30 de noviembre de 2005


ARTÍCULO DEL HISTORIADOR JAVIER RODRIGO APARECIDO EN EL PAÍS

JAVIER RODRIGO Javier Rodrigo es doctor en Historia Contemporánea, visiting researcher en la London School of Economics and Political Science y autor de Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947 (Crítica, 2005).


EL PAÍS - Opinión - 27-11-2005
Mientras que en Torrejón de Ardoz se procedía a la "exhumación de los cadáveres de las víctimas del terror rojo y del ateísmo soviético, inmoladas bárbaramente por pelotones de asesinos y asalariados de Moscú" (el noticiero alusivo puede escucharse en la banda sonora de Canciones para después de una guerra, de Martín Patino), otros cadáveres, otras víctimas de un terror convertido en política de Estado quedaban en cunetas, tapias de cementerios y fosas comunes. Mientras que en 1939 se concedía a la Asociación de Familiares de los Mártires de Paracuellos del Jarama una subvención para la construcción de un altar religioso a la memoria de los caídos "por Dios y por España", las familias de los vencidos tenían que esconder el luto por otros caídos, muchos sin identificar, muchos sin haber sido registrados, la mayoría sin ser entregados jamás a sus deudos. Mientras que entre 1940 y 1945 la España de Franco se inundaba de monumentos conmemorativos a los mártires, a los hijos entregados por la causa de los sublevados -aprobados todos ellos por la Dirección General de Arquitectura y la Vicesecretaría de Educación Popular de FET y de las JONS-, otros hijos eran pasados por las armas, otros hermanos desaparecían en vida, víctimas de la dictadura que cerró su particular versión de la crisis europea de entreguerras con la mayor tasa de sangre y castigo, tanto en tiempos de guerra como, sobre todo, en tiempos de retórica paz. Y a esos otros hijos y hermanos nadie les dedicaría jamás una lápida, un altar o un monumento.
Durante la dictadura franquista se desarrolló en España una doble política de la memoria y del memoricidio, dos caras de una misma moneda. Los caídos en la Cruzada, empezando por José Antonio, siguiendo por mártires y protomártires como Ruiz de Alda o Calvo Sotelo y terminando por prácticamente cada uno de los fallecidos en los campos de batalla o asesinados en la espiral de violencia revolucionaria, ocuparon los espacios públicos y se hicieron omnipresentes, exactamente en la misma medida que invisibles eran las otras víctimas. La legitimidad de la nueva España provenía de su victoria en la santa cruzada de liberación, y los guardianes de esa legitimidad eran sus muertos. A ellos se debían, ante ellos respondían. Por ese motivo, sus cadáveres fueron primero exhumados y, después, inhumados en ceremoniales públicos de masas. Por ello, sus muertes fueron convenientemente investigadas y juzgadas, generando un enorme fondo documental conocido como Causa General. Y por ello, sus nombres fueron inscritos en las paredes de las iglesias y sirvieron para dar nombre a las calles de las ciudades y los pueblos.
Pero, a su vez, esa política de la memoria acarreaba consigo un consciente memoricidio. La omnipresencia de los caídos contrastó con la invisibilidad pública de los asesinados republicanos, en los frentes y en las retaguardias. Sus desapariciones, físicas y documentales, pretendían acabar con todo su rastro, incluida su memoria, generando así una suerte de "memoria traumática" que el régimen explotó como uno de sus canales de coerción estructural y preventiva. Todo respondía a esta lógica del memoricidio: por poner otro ejemplo, los prisioneros de guerra y los presos políticos empleados como mano de obra forzosa para la reconstrucción del país lo estarían haciendo porque "ellos mismos" habían "destruido España". 1939, España Año Cero. Con las reconstrucciones franquistas, amparadas bajo el velo de la reeducación y la redención, se pretendía cerrar un ciclo histórico, el de la república y la guerra, para abrir otro, el de la paz, como si la dictadura de Franco no fuese consecuencia directa de la conflagración bélica. El epígono de semejante visión, tan viva en la actualidad, sería una dictadura que habría puesto los jalones necesarios para la llegada de la democracia. Puro memoricidio.
Antes que esa democracia se instaurase en España se había decidido ya, por parte de la oposición antifranquista y de no pocos disidentes del régimen al que servían, que la Guerra Civil y sus terribles consecuencias no serían motivo de confrontación política. Los orígenes de ese "pacto" por la no instrumentación política del pasado (vulgo "pacto de silencio" o "pacto por el olvido") se remontan por tanto a por lo menos quince años antes de 1975, y provienen más de la oposición antifranquista que de un régimen que, por otro lado, jamás renunció a tener en la Guerra Civil y en sus "caídos" una referencia mítica fundacional. Decidieron, sin embargo, no instrumentar políticamente el pasado, como han señalado Paloma Aguilar y Santos Juliá: la legitimidad democrática no prevendría del antifascismo, como en otros países europeos, ni de la anterior experiencia democrática republicana, sino de la superación del pasado, de la celebrada "reconciliación nacional". Y uno de los resultados de todo ello fue la ausencia de política alguna de la memoria durante el proceso de democratización. Esto es, la renuncia a acciones oficiales de restitución, homenaje y reparación a las víctimas, de pedagogía histórica y de conservación de "lugares de la memoria". Una renuncia que, no lo olvidemos, la oposición de izquierdas no asumió como un daño irreparable. No es que no hubiese memoria de la Guerra Civil, pues de la guerra se habló y publicó durante esos años, ni que hubiese un silencio atenazador en torno al pasado. Lo que sí hubo, basta observar las actuales demandas para constatarlo, fue una renuencia institucional a restituir y reparar en sus diferentes formas la "dignidad" a los otros caídos, a los que nunca nadie rindió homenaje alguno. Una renuncia a política alguna de la memoria que, amparada en esa reconciliación nacional, dejaba intactos símbolos, físicos o no, de la guerra y la dictadura, en su afán de no "herir sensibilidades ni reabrir heridas". De la omnipresencia de las víctimas se pasaba a su invisibilidad, pues ya no eran factor de legitimación alguna. Pero, en el caso de los vencidos, se trataba de su segunda invisibilidad.
En los últimos años, sin embargo, eso ha empezado a cambiar. Aunque haya quien crea que aún hoy existe un "silencio ensordecedor" en torno al tema de las víctimas del franquismo, lo cierto es que su presencia pública ha ido últimamente en progresivo aumento, con el fin cercano de la memoria viva y el empuje de una generación de "nietos de la guerra" que ni ha experimentado el franquismo ni participó en los debates y consensos que desembocaron en la democracia actual. Tan es así, por otro lado, que se ha hecho necesaria la reactivación de los viejos mitos propagandísticos y autolegitimadores del franquismo (el tantas veces mal llamado proceso de "recuperación de la memoria" tendría, por tanto, una sombra pegada: el también mal llamado "revisionismo"; nada que ver tiene, por tanto, este último con debate académico alguno). En sus formas actuales y, tal vez, animado por el debate sobre la impunidad de los crímenes contra la humanidad que se generó a raíz de la detención de Pinochet en Londres, este proceso debe datarse en torno al 2000. El inicio del más reciente ciclo de exhumaciones de fosas comunes en España puso a la sociedad frente a un grave problema. Cadáveres y familiares, fosas y desaparecidos conformaban un mapa del terror del cual no se había sido consciente hasta que esos cráneos agujereados y esos huesos rescatados de la tierra salieron a la luz. Todo lo demás vino después, desde la denuncia contra los restos físicos y simbólicos de la dictadura franquista en la sociedad democrática, a la demanda de políticas concretas de restitución, homenaje y dignificación (incluso judicial) de las víctimas. Se trataba, y se trata, de acabar con la invisibilidad de los vencidos: de esos aproximadamente 150.000 fusilados, 350.000 internados en campos de concentración, 300.000 presos en las cárceles de la posguerra, 200.000 presos esclavizados.
Al hilo de todo esto, se supo hace poco que la "ley de memoria histórica" anunciada hace más de un año por el Ejecutivo va a sufrir un serio movimiento de ralentización, según informaba Carlos E. Cué en EL PAÍS. Y la razón esgrimida ha sido, una vez más, la de no "reabrir viejas heridas". Pero esta afirmación necesita ser repensada varias veces. Las cicatrices que supuestamente se abrirían son las de las familias de los (se calcula) 30.000 desaparecidos en las retaguardias sublevadas; las de los supervivientes de los campos de concentración, batallones de trabajadores y cárceles del franquismo; las de las mujeres y los hombres que sufrieron torturas, vejaciones sexuales, reeducación, humillación. Es decir, precisamente las de quienes demandan esas políticas de la memoria. Políticas para las que la democracia española está sobradamente preparada, por mucho que algunos crean que no es así. Hay quien piensa que con este proceso de revisión del pasado los "nietos de la ira" (R. de la Cierva dixit) hacen un flaco favor a sus abuelos. Olvidan e ignoran, sin embargo, que los derechos humanos no entienden de generaciones, iras o ideologías.

miércoles, 23 de noviembre de 2005


EN EL REAL ALCÁZAR DE SEVILLA TAMBIEŃ SE RECUERDA A BLAS INFANTE


ACTIVIDADES CULTURALES

Ciclo de Conferencias: Blas Infante en la Memoria



1ª Conferencia, 15 de noviembre de 2005

Título: LA SEVILLA DE BLAS INFANTE

Conferenciante: D. Juan Ortiz Villalba

2ª Conferencia, 16 de noviembre de 2005

Título: PERFIL HUMANO DE BLAS INFANTE. MEMORIA Y LEGADO. Conferenciante: D. Estanislao Naranjo Infante

3ª Conferencia, 21 de noviembre de 2005

Título: SEVILLA, INFANTE Y EL PROCESO AUTONÓMICO.

Conferenciante: D. José Díaz Arriaza

4ª Conferencia, 22 de noviembre de 2005

Título: VIDA Y OBRA DE BLAS INFANTE. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA. Conferenciante: D. Manuel Ruiz Romero

5ª Conferencia, 23 de noviembre de 2005

Título: DESDE LA SOCIEDAD CIVIL: BLAS INFANTE Y EL ATENEO DE SEVILLA. Conferenciante: D. Enrique Barrero González

6ª Conferencia, 24 de noviembre de 2005

Título: BLAS INFANTE ESCRITOR. TEXTOS INÉDITOS

Conferenciante: D. Alberto Egea Fernández-Montesinos

7ª Conferencia, Fecha: 25 de noviembre de 2005

Título: BLAS INFANTE Y EL HIMNO DE ANDALUCÍA: SU HISTORIA COMPARADA. Conferenciante: D. Pedro Ruiz-Verdejo Gutiérrez

Todas las conferencias se celebrarán a las 19.30 h. en el Salón del Almirante del Real Alcázar. Entrada por el Patio de Banderas.

D. Juan Ortiz Villalba, Coordinador del ciclo.



Exposición: "Los Aparejadores en Sevilla. 1935 - 2005"





Lugar: Apeadero del Real Alcázar

Del 11 al 25 de noviembre 2005

Entrada libre por Patio de Banderas

Al finalizar la centuria pasada, Napoleón Bonaparte, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, eran los temas historiográficos, por este orden, con un mayor número de títulos publicados. Con el comienzo del nuevo siglo, la Guerra Civil ha pasado al primer puesto del catalogo editorial.

Esto es debido, obviamente, a dos razones complementarias. Una, la dedicación que el tema merece por los investigadores en todos sus aspectos, y no sólo los exclusivamente bélicos: económicos, sociológicos, políticos, biográficos, etc. En segundo lugar, si no se venden no publican, a la demanda que el conflicto bélico de los años 1.936 - 39 sigue teniendo entre las nuevas generaciones de españoles, además de analistas extranjeros. A ello cabría añadir, como muestra del interés que aún genera sus estudios, la celebración de congresos, seminarios, foros de debate, etc., prácticamente a lo largo del año y en distintos ámbitos académicos, formativos, divulgativos, etc.
Para el caso que nos ocupa, el estudio concreto de la guerra civil en la población sevillana de Utrera, tendríamos que remontarnos al año 2000, durante la celebración de una reunión del Centro de Estudios Históricos de Andalucía, - CEHA -, en la que entre los posproyectos y trabajos de los distintos miembros se expusieron dos líneas de estudio: uno, sobre la República en Utrera enfocada hacia aspectos sociales y de género que llevaba a cabo Javier Castejón, del CEHA Utrera; y otro, del que suscribe estas líneas, referido a la Diputación Provincial de Sevilla en el primer semestre de la guerra civil. Como comentarios coincidentes, se llegó a la necesidad de abordar el estudio del periodo República - Guerra civil en Utrera ante la falta de noticias bibliográficas al respecto.
Un paso previo, necesario no sólo para una investigación historiográfica, fue averiguar si ese proyecto ya se estaba realizando; pues la duplicidad de esfuerzos induce tanto a la inutilidad como al desgaste de energías que podían ser encaminadas hacia otros fines. Una vez sondeada la iniciativa con compañeros e investigadores, conocimos los trabajos de Javier Gavíra en Marchena, de Fernando Romero en Villamartín, la publicación de la Historia Contemporánea de Lebrija, algunas, monografías sobre otras localidades de la provincia, y el ambicioso proyecto que pronto será publicado de Juan Ortiz Villalba sobre la guerra civil en la provincia de Sevilla, tras su importante y necesaria fuente de información que supuso su estudio sobre la capital, Sevilla, 1.936.
La confirmación de que el tema no estaba siendo estudiado, nos permitió estar al corriente de la bibliografía existente; por la que constatamos no sólo la practica ausencia de monografías, sino que las referencias a la guerra civil en Utrera eran escasas, en el contexto de la toma de pueblos por las columnas enviadas por los sublevados en julio del 36, y curiosamente aportando datos incompletos en relación con otras localidades; de tal forma que, los pocos que se conocían eran continuamente reiterados.
Como complemento, en los pasos previos para decidir abordar la investigación del tema utrerano, entrevistamos al azar a algunos habitantes del pueblo con el fin de detectar el conocimiento sobre aquellos hechos, y cual era la memoria actual que se mantenía. Curiosamente, los relatos eran prácticamente coincidentes hasta el punto de repetirse las mismas anécdotas con iguales palabras, limitándose a: Unos hombres republicanos muy importantes, buenos y considerados en el pueblo; una situación social y política en los meses del Frente Popular que iba degenerando, Queipo de Llano y las tropas moras del comandante Castejón acaban con aquella mala situación, muchos vecinos que huyeron al campo, y unos individuos del pueblo que mataron a mucha gente, siendo después de la guerra señalados, temidos y despreciados. Con esta simple y sencilla argumentación se respondía a todos los hechos y acontecimientos sucedidos en Utrera entre 1.931 y 1.936, reduciéndolos a la dualidad buenos y malos, la necesidad del golpe de estado, y señalando a los que hicieron el trabajo sucio como últimos responsables de la tragedia de la guerra; de forma que, la memoria colectiva utrerana mantiene ese periodo histórico resuelto, sin que las medias verdades, algunas falsedades y otros tantos mitos puedan llevar al más mínimo comentario, por lo que quedan relegados como situaciones pasadas en consonancia, aunque de forma inconsciente generalmente, con las consignas emanadas y difundidas durante los largos años del franquismo.
Tras esta primera fase en la que constatamos la ausencia de investigaciones, una más que escasa aportación bibliográfica, y por tanto de datos concretos, así como lo que acordamos en definir "versión oficial del pueblo", justificadora de lo sucedido pero ausente de cualquier sentido crítico, emprendimos al año siguiente, 2.001, la tarea de conocer aquél periodo de la historia de Utrera que se nos presentaba no sólo como un reto, ante el vacío existente, sino una obligación como historiadores para aportar una páginas clarificadoras de nuestra reciente historia local.
Metodológicamente, se inició la investigación con las consultas a los fondos existentes en los archivos locales, así como los de Sevilla capital y ámbito provincial; para seguir con los específicos eclesiásticos, militares, etc., y finalizar con los archivos nacionales: Guerra civil, Administración, etc. Los resultados no dejaron de aparecer y aportar datos significativos sobre la vida local, la represión, administración municipal, datos biográficos, etc.; si bien por el contrario, hay que mencionar el expurgo que
el archivo municipal de Utrera ha sufrido, ya fuese en los últimos tiempos del franquismo para eliminar datos en una mala conciencia de quienes temían la llegada del régimen democrático, como con documentación que pudiera interesar a alguien en concreto y no fue devuelto. En cualquier caso, ambas posibilidades son por desgracia realidades que los investigadores solemos encontrar con frecuencia en los archivos públicos, e incluso la desaparición de lotes completos de documentación vendida al peso como papel viejo. Lamentable pero cierto.
Dedicación especial fue la atención prestada a las hemerotecas y fototecas, locales y nacionales, por cuanto aportan aspectos de la vida ciudadana, y de los hechos bélicos ajenos a la oficialidad administrativa; versiones que permitieron confrontar datos, despejar anécdotas y abrir nuevos cauces a la investigación.
Aunque escasa, la bibliografía sobre la guerra civil en los pueblos de la provincia de Sevilla, tanto la generada por los investigadores como la militar fue decisiva para concretar hechos que se repetían; unas veces reseñando las fuentes, y otras pasando como originales o por referencias, lo que nos obligaba tanto a confrontarlas como su análisis posterior. En este sentido, las aportaciones de Juan Ortiz, con su trabajo, próximo a editar, sobre la guerra en los pueblos ha sido fundamental y desde estas páginas hacemos público agradecimiento de su colaboración. Así como el contacto con otros investigadores, lo que nos ha permitido no sólo ampliar los campos de prospección de fuentes e información, sino intercambiar conocimientos, siempre enriquecedores y de utilidad al coincidir con la reflexión ya expuesta de colaboración, concreción de temas y esfuerzos intelectuales o económicos.
Por último, abordamos el tema más delicado del trabajo, una vez que reunimos suficiente información y antes de pasar a analizarla para su redacción, estableciendo contacto con personas mayores que nos pudieran aportar testimonios directos. Pese a los años transcurridos, hemos tenido la fortuna de poder entrevistar a aquellos que siendo niños guardan memoria de cómo vivieron aquellos años, y a personas que en plena juventud participaron más o menos directamente en los sucesos de 1.931 - 1.936, por lo que nos ha supuesto una experiencia singular dada la envidiable salud física y estado mental de estos paisanos, cuyos testimonios enriquecedores incluso darían para otros estudios, una vez confirmados los innumerables datos y experiencias de sus vidas personales. Por ello, no sólo fue importante la localización directa de estas personas, sino a través del Hogar del Pensionista, que resultó fundamental y a cuya directiva agradecemos su implicación y colaboración.
Con la coincidencia en el tiempo dedicado a nuestra investigación se ha generalizado el tema de las fosas comunes en todo el Estado.
Si bien es verdad que los medios de comunicación han colaborado en la difusión y debate de las fosas donde yacen los fusilados víctimas de la represión ejercida por las tropas golpistas bajo las ordenes el general Queipo de Llano, propiciando el interés de las autoridades locales para dignificar esos lugares e incluso evitar su destrucción en otros casos, no se ha podido evitar que en ocasiones haya sido tratado el tema según las leyes del mercado audiovisual y por el propio morbo que genera. En este sentido, durante la investigación nos hemos encontrado obviamente con la fosa común de Utrera, y hemos optado por localizarla y en la medida que nos ha sido posible por los datos recabados cuantificar e identificar a los que fueron enterrados en ella. Pues se debe insistir que en la espiral represiva generada por los golpistas, no sólo fueron fusilados representantes políticos y personajes destacados, o combatientes, sino ciudadanos inocentes en el propósito de frenar cualquier iniciativa y sembrar el terror de la misma forma que por el miedo y la impotencia fueron asesinados vecinos destacados de la derecha conservadora de Utrera.
Esta reflexión la hicimos participe a la Consejera de Justicia, de forma verbal y posteriormente por escrito, tras mostrar su interés por el trabajo que estábamos realizando durante los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide celebrados el otoño de 2003 en Carmona.
Tras prácticamente tres años de investigaciones, con el método expuesto, nos encontramos en fase de publicar nuestro trabajo. A partir de la sublevación militar del 18 de julio de 1.936, el desarrollo de la vida municipal, la defensa del pueblo y la respuesta de las fuerzas políticas, estamos en condiciones de establecer una secuencia cronológica, hora por hora e incluso minutos, de cómo se sucedieron los acontecimientos entre el 21 y el 26 de julio, fecha de la toma de Utrera por los golpistas, demostrar las versiones existentes sobre las muertes de personas tanto republicanas como de derechas, el número de fuerzas actuante, y la defensa que los milicianos y jornaleros hicieron del pueblo, la posterior represión cuantificada e identificada, huidos, exiliados, huérfanos, guerrilleros y exilio, así como las nuevas gestoras nombradas por los rebeldes y sus disposiciones políticas que anunciaban una nueva situación, un nuevo Estado.
Permítaseme finalizar éstas líneas como las inicié, recabando la colaboración entre investigadores, en este caso instituciones, establecer la prioridad y clarificación en los temas de estudio, y por supuesto la seriedad y profesionalización. Ya hemos tenido experiencias de enfrentamientos entre asociaciones, con acusaciones sobre presuntas estafa a familiares sobre las fosas comunes, o proyectos novedosos fotos de un día, ante ayudas económicas, para que ahora con las ayudas de la Junta de Andalucía y otros organismos o instituciones, surjan individualidades ajenas a la labor de los historiadores, pues no en vano este supuesto ha sido incluido entre los puntos sobre los que reflexionar por el profesor Juan Ortiz ante investigadores de la República y la Guerra Civil en Andalucía.


José Díaz Arriaza
Centro de Estudios Históricos de Andalucía

lunes, 21 de noviembre de 2005


Con el nombre " El Eco de la Unión",el sindicato UGT, nos muestra en una exposición, su historia. Comienza el recorrido en 1899, donde se constata la organización del sindicato muy cerca de Marchena, concretamente en Puebla de Cazalla, y finaliza en la actualidad. La exposición que ya se ha mostrado en Puebla y Arahal, nos muestra la historia con fotos,documentos y paneles divulgativos. Hemos de destacar la época de guerra civil y posterior represión y la existencia de un panel donde aparecen aproximadamente unos 400 sindicados, que fueron víctimas de tan brutal represión. Entre ellos nos encontramos con : José Guisado Ruiz, José Pino Muñoz, Antonio Vicente Perea... entre otros, todos ellos marcheneros y padres de socios de nuestra asociación

La exposición se inaugura hoy y podremos visitarla hasta el 30 de Noviembre en la sala de S. Jerónimo

viernes, 18 de noviembre de 2005


Para finales de Noviembre y principios de Diciembre ,están programadas la I Jornadas sobre Andalucía: " Cultura Andaluza", Jornadas organizadas por la ASA, UPO y ASOCIACIÓN de Vecinos de Barrio S. Juan.
Dentro de estas Jornadas, debemos de destacar, la conferencia proyectada para el Jueves 1 de Diciembre a las 18: 00 horas en el Salón de Actos del Ayuntamiento, sobre la figura de Blas Infante( no olvidemos que el "padre de la patria andaluza") fue otra victima más asesinada , en la noche del 10 de Agosto de 1936 ( fecha curiosa , justamente cuatro años más tarde del fracaso de la Sanjurjada,)en Sevilla. Blas Infante Pérez de Vargas sería una victima más de la brutal represión tras el golpe de estado de 1936.
Especial interés y muy recomendable es la proyección de Una pasión singular el domingo 4 de Diciembre a la s 11 de la mañana, película sobre semblanza de Blas y sobre el contexto de la terrible represión golpista en Andalucía, EN EL TRÁGICO VERANO DE 1936.

martes, 15 de noviembre de 2005


El Domingo, día 30 de Octubre ,a las 13 horas, en el cementerio de Paradas, se inauguró un monolito, como homenaje a los paradeños represaliados tras el golpe de estado de 1936.En 1936, ciudadanos y milicianos de Paradas, vinieron a Marchena a defender los valores democráticos, el día 30 de Octubre de 2005, ciudadanos y ciudadanas de Marchena, pertenecientes a la asociación Dignidad y Memoria (DIME), fueron a Paradas a rendirles homenaje.






La Comisión Municipal para la Recuperación de la Memoria Histórica de Marchena, coincidiendo con un año desde su creación , a abierto un REGISTRO DE VICTIMAS DE LA GUERRA CIVIL Y LA REPRESIÓN FRANQUISTA en Marchena . Registro para inscribir a dichas victimas , con intención de recuperar su memoria y dignidad.
Los interesad@s, que quieran colaborar pueden acercarse a la Biblioteca Municipal, donde se les atenderá o llamar al Tfno: 95 584 67 20 en horario de Biblioteca.
Por otro lado la Comisión hace saber que se ha acordado la realización de un monumento-homenaje a las victimas , Monumento que se realizará gracias a la aprobación de subvención del proyecto presentado a la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía .
La Comisión Municipal está presidida por el alcalde de Marchena e integrada por vocales- representantes de los distintos partidos políticos con representación municipal( PSOE; PA; PP e IU), familiares de las victimas, archivero municipal e investigadores - historiadores locales.
Estos hitos , Registro y monumento-homenaje son elementos de un proyecto más amplio y global que tiene como objetivo, como la Comisión indica en su nombre." La recuperación de la memoria histórica "
En su nombre y en la de tod@s que dieron su vida por la legalidad democrática.

lunes, 14 de noviembre de 2005


Desde el 10 de Noviembre y hasta el 10 de Diciembre, permanecerá en el Alcázar de Sevilla , la exposición : " Imágenes y Memoria de Mauthausen".
Recordemos que entre 1940-1945, cerca de 5000 españoles murieron en ese campo de exterminio nazi, con el beneplácito de las autoridades franquistas , de enttre ellos cerca de mil eran andaluces