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La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica solicita un gesto simbólico de condena de la dictadura franquista en el marco de la visita papal
El 23 de agosto de 1940, el dictador Francisco Franco decretó que el recién fallecido arzobispo de Toledo, Isidro Gomá y Tomás, fuera enterrado con los honores fúnebres que las ordenanzas militares tenían previsto para los capitanes generales muertos "con mando en plaza". Así, la memoria del religioso quedaba honrada por los "relevantes servicios que prestó a la patria, especialmente durante la reciente Cruzada", según el texto del Boletín Oficial del Estado de 24 de agosto de 1940.
Con motivo de la visita de Benedicto XVI a Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha remitido una carta a todos los obispos y arzobispos españoles pidiéndoles un "gesto simbólico" de condena a la dictadura franquista en el marco de los actos previstos.
Dada la cercana relación de la institución religiosa con los militares sublevados contra el gobierno de la República el 18 de julio de 1936, la asociación de víctimas considera la vista papal una "buena oportunidad" para que la jerarquía eclesiástica española "asuma con madurez y responsabilidad las consecuencias de su apoyo a la dictadura y su colaboración en la constitución de un régimen que causó enormes daños a miles de ciudadanos".
"La iglesia trabajó con los golpistas en la guerra; ayudó localmente a planificar la represión"
Así, piden una condena del uso de la fuerza "de quienes no aceptaron los resultados de unas elecciones democráticas" y la asunción pública de los errores por parte de la institución que fuera uno de los "pilares fundamentales" del franquismo.
"La Iglesia católica fue uno de los grandes pilares del régimen y muchos de sus miembros miraron para otro lado cuando, en la retaguardia, los pistoleros de falange asesinaban a decenas de miles de civiles", apunta la asociación que preside Emilio Silva, nieto del comerciante asesinado en octubre de 1936 y cuyos restos fueron identificados por primera vez en España con ADN.
Como prueba de los lazos que unían al Vaticano con los militares franquistas, la ARMH recuerda la portada de ABC del 20 de junio de 1939, donde se ve al papa Pío XII con el entonces ministro de Gobernación García Súñer y varios legionarios de visita en Roma para rendir homenaje al pontífice.
"La Iglesia trabajó con los golpistas en la guerra, ayudó localmente a planificar la represión, hizo propaganda para construir el mito del dictador como primer vencedor del comunismo, convirtió a la mujer en una especie inferior y maleducó a millones de ciudadanos", señala el colectivo que lleva más de diez años en la búsqueda e identificación de desaparecidos en fosas comunes.
Debate abierto
La ARMH reclama que la Iglesia actúe "honestamente" con el presente
Sobre la discusión acerca de la relación con el pasado de la dictadura y sus consecuencias, Emilio Silva recuerda que, aunque la institución ha reclamado su papel en el proceso de reconciliación, es hora de "actuar honestamente" con el presente.
"La Iglesia ha dicho que ese pasado hay que dejarlo quieto pero a la vez ha beatificado a cientos de mártires de la Guerra Civil, estando en su pleno derecho de hacerlo", recuerda Silva.
Por ello, en la misiva enviada a la jerarquía de la Iglesia, insisten en que la visita de Ratzinger es una "oportunidad inmejorable" para rechazar el "colaboracionismo franquista, condenarlo y reparar, en la medida de lo posible, el terrible daño que la dictadura causó a millones de personas".
Para Silva, realizar este gesto delante de miles de jóvenes supondría "sembrar una semilla para que errores tan duros no se vuelvan a cometer".
La postura oficial de la Iglesia en la Guerra Civil
Ante los duros acontecimientos que se estaban desencadenando en España tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 y cuando se cumplía el primer año de la contienda, la jerarquía católica, a petición de Franco, según sostienen historiadores como Julián Casanova, firmó una carta fechada el 1 de julio de 1937 para definir su postura en la Guerra Civil, los motivos de su adhesión a los militares sublevados contra el gobierno de la República y su visión de la contienda.
Aunque "cruzada de liberación" fue uno de los términos con los que la Iglesia delimitó su posición en la guerra frente al resto del mundo, en el texto de la misiva —que soslaya las sacas, paseos y ejecuciones extrajudiciales de civiles— se refieren al golpe de estado como "alzamiento cívico- militar", que provocó una guerra en la que Iglesia "no podía ser indiferente en la lucha".
Las autoridades eclesiásticas que firman el escrito reconocen la implicación armada de muchos religiosos que "obedeciendo a los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia".
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