jueves, 28 de marzo de 2013

Mariposas de aceite, o Huile papillons, por José Martín Herrera



Extraído de La Voz de Marchena.


Mariposas de aceite, o Huile papillons, por José Martín Herrera

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A continuación, os reproducimos el primero de los capítulos de una serie de relatos situados en 1936, muy enmarcados en la línea de realismo mágico de autores como Gabriel García Márquez. Son pequeñas crónicas, vivencias, literatura descubierta en nuestra propia Marchena. Vivencias fundamentalmente ocultas, pero llenas de magia y encanto. Tan reales como la vida misma. Tan punzantes. Escritas con una calidad sorprendente por un alumno de la Educación Secundaria para Adultos (ESPA), José Martín Herrera. La ofreceremos por capítulos. Es una historia verdaderamente apasionante que nos transporta al pasado a través de una fascinante cadena de imágenes que se dibujan a través de la palabra y prologada por el historiador Javier Gavira. He aquí la primera parte:
Quien me conoce tan sólo un poco, sabe que siempre he distinguido entre historiadores honestos, da igual su ideología , la diversidad enriquece;  e historieteros, farsantes adrede y mercenarios de la pluma ; entre escritores y vendedores de libros, entre artistas y firmantes de libros.
El caso que me ocupa, no puedo dejarlo en el aire, en el cajón de papeles que se amarillean, como esos que algunas veces he encontrado en cajones de cómodas al lado de mariposas de aceite.
El autor es un antiguo alumno de educación secundaria de adultos, José Martín Herrera, un hombre modesto, humilde...sin cámaras, ni focos, que escribe mirando a la Tierra y las injusticias.
Mantuvimos nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje allá por principios de siglo 2000/2001, luego le perdí la pista, supe que con la maldita crisis dejó de estudiar y continuaba buscándose la vida, fundamentalmente como jornalero, ...algunas veces nos encontramos y el jornalero artista me impresionó con poesías, como Marionetas sin hilos, que yo calificaría de hermandinos.
Un pastor, un jornalero, poesía del pueblo, ARTE en letras con mensaje comprometido, LITERATURA con mayúsculas, que no puede quedar en un rincón al lado de una ... Mariposa de aceite.*
Javier Gavira Gil*
Historiador y miembro de DIME.
 
Mariposas de aceite, o Huile papillons (primera parte)

El atardecer caía, sobre el muro envejecido de semblante oliváceo. Los últimos rayos de sol picoteaban, el exfoliante fruncido ceño altivo del mencionado muro, que dejaba entrever la argamasa de cal viva de su juventud cegando mis ojos  y haciendo más inseguros, mis pasos en mi caminar.

Al llegar a la susodicha pared, mi mano eclipsó  la complicidad de luz de ambos cuerpos. Que aplicaban a la práctica la fórmula química de esta frenética atracción, y por la que hallé el resultado del grado de luminosidad que se reducía a un pequeño  fragmento vítreo, incrustado en la pared.
Mi curiosidad, pellizcaba  la argamasa de cal, adherida al cristal. Cuando observé que tras el cuerpo vidrioso, existía una oquedad.

 La tarde caía y tomé la determinación, que mañana continuaría, con la labor que  obcecaba mi conciencia. En la distancia, volví la vista atrás, como el marinero, que se adentra en el mar a golpe de olas.
Pasadas las doce de la noche,arropé mi cuerpo entre sábanas. No podía conciliar el sueño. Vuelco para un lado y vuelco para otro lado el niño que llevo dentro; en su carrusel de fantasía. Me transportaba a civilizaciones perdidas, en busca de tesoros por descubrir. Tanto ajetreo nos dejó dormido, en los brazos de  Morfeo.
La mañana, dormía plácidamente sobre el alféizar de mi ventana, la contemplaba, mientras vestía mi cuerpo desnudo. – Éramos dos extraños en la noche-.
Después de mi aseo personal matutino, entré nuevamente en la habitación.
El ciclo de la vida seguía su curso.  ¡Qué espectáculo más digno de ver! La mañana en su estadio primigenio  de metamorfosis realizaba su transformación. Pero,  ¡qué ser más insignificante me sentí! al no poder apreciar la efímera secuencia que transcurre entre el espacio y el tiempo en el que la luz se proyecta en la sombra.
La campana del reloj, daba las ocho de la mañana, cuando cerraba la puerta de la calle. Aunque se apreciaba luz del día. Las luces de las farolas quisieron acompañarme al pie del camino. Una vez en el camino, anduve, mis pasos, del día anterior.
 
Me encontraba frente al muro de la verdad. Me quité la mochila que llevaba colgada a la espalda, la puse sobre el suelo y saqué una pequeña espátula, con la que empecé  minuciosamente a desnudar la piel de argamasa de cal, adherida al vítreo cuerpo. –Era como desnudar por primera vez, a la persona que amas_. Una vez que el cristal quedó limpio de argamasa de cal,  pude apreciar que era una vitrina y que tras ella, se escondía un pequeño altar. Intenté abrir la hoja de cristal de la vitrina, pero el paso del tiempo la había dejado atascada. Así que con la ayuda de un destornillador, hice palanca y cedió un poco. La corriente de aire liberada envolvía  en mí  una espiral de fragancia que me hacia transportar al ecosistema primigenio de la esencia de su génesis. Cuando volví en sí, de aquel narcótico trance, pude ver la humildad material de  los objetos representativos del pequeño altar, que encerraban  una riqueza emocional de sorprendentes sentimientos.
El frente del atar estaba esculpido, sobre altorrelieve y en él se podía apreciar el rostro de un Cristo, del que colgaba de su cuello un rosario de cuentas negras. Frente al Cristo, había un retrato con una foto de cuerpo entero, en blanco y negro, en el que se desdibujaba la figura de un joven, de unos diecinueve años. De buena estatura, de complexión delgada, pero de buen porte de cuerpo y de unos rasgos en su rostro, que dejaba ver la hermosura de su juventud. Vestía una gorra negra de visera estrecha. Una camisa blanca alisada, de cuello y puños gastados. En el que pude apreciar, que en la mano izquierda le faltaba el dedo índice y pulgar. El pantalón era de pana, con una faja negra amarrada a la cintura. Sus pies lo cubrían unas alpargatas de aquella época. 
Junto al cuadro, había una taza de barro vidriada de color bermellón, que contenía una sustancia endurecida y sobre esa pasta endurecida había un pequeño objeto. Era un redondelito de corcho, donde había pegado un fino cartón y en el centro un pábilo encerado. No caía en el primer momento que era aquel objeto. Pero de pronto se me vino a la memoria, mi bisabuela, y en mis vagos recuerdos de mi juventud, veía una luz tenue que se balanceaba en una taza de aceite, sobre una peinadora. ¡Claro! Ese objeto sin ninguna duda era una mariposa de aceite. Por un momento,creí  percibir el olor a heno recién cortado, que dejaba, mi bisabuela en mi rostro, cuando me besaba.
En la jamba derecha, del pequeño altar, sobre una repisa de mármol ,se hallaba un libro encuadernado en cuero ,en el que se veía escrito el nombre de una mujer con sus iniciales. Junto al libro había una pequeña caja fuerte oxidada. 
Mis ojos se llenaron de codicia y mis manos de curiosidad. Con  punzón y martillo en manos, me ensañaba con la pequeña caja fuerte, hasta romper la cerradura. Mi codicia quedó decepcionada,  al ver, que los bienes materiales que contenía la caja ya no tan fuerte,carecían de poco valor económico. Sino más bien, de tipo simbólico, personal y emocional, para la dueña de todos estos recuerdos.
 
El interior de la caja. Contenía: Una colección de billetes de curso legal, de todo el periodo de la Segunda República, junto con  billetes de vales marcheneros de 0´50 céntimos  y 1 peseta y el famoso real marchenero, que equivalía dicha moneda vale a la cantidad de 0´25 céntimos. Pasquines que manifestaban el triunfo de dicha República. Con lemas como; ¡Viva la República! ¡No más humillación del tirano! ¡Igualdad de riquezas! ¡Libertad de expresión! También había varios carteles doblados, que cuando los desdoble pude ver, que iban dirigidos a las mujeres que habían luchado por conseguir unos mismos ideales. “¡Mujer antifascista! En los grupos de ayuda al campo tienes un trabajo”. “¡Mujer! Tu trabajo y colaboración será decisiva en el sindicato, mientras nuestros hombres luchan”. Debajo de los carteles, en un rinconcito de la caja fuerte, había un  papel doblado, en el que había escrito, una lista de personas y un trozo de tela adherido al papel. Era un pedacito de la bandera tricolor de la Segunda República manchada de sangre. Todos estos objetos, eran el misterio que guardaba la pequeña caja fuerte.
 
Cuando mi codicia, quedó más sosegada. Pude mirar con más detenimiento cada objeto del altar. ¿Qué historia encerraría en su conjunto, todo aquel pequeño santuario?  Tendría, este libro que callaba sus palabras, la explicación a tantas preguntas que rondaban mi cabeza...

Actualizado ( Miércoles, 27 de Marzo de 2013 17:34 )

7 comentarios:

Francisco dijo...

Creada la expectación, ¿cuándo continúa?.
Otra cosa,me gustaría situar al autor en su edad aproximada, es un dato que me ayudaría a la comprensión de su entorno vital

DIMEMARCHENA dijo...

Francisco, se irá publicando dosificadamente, por fascículos como los ilustrados...creo que serán 4 ó 5 capítulos, en cuanto a la edad del autor creo que debe quedar en el misterio...si lo estima oportuno se pondrá en contacto contigo.
Un saludo
Javier Gavira

Anita M. Tg dijo...

Conoci a José en un chat. A los dos nos gusta la poesía y escribimos. Para mi José" es el poeta de Marchena". He tenido la suerte de leer su relato. Siempre te animo a que escribas más José. El mundo necesita oir tú voz. Voz llena de fuerza y sentido común. La voz de la tierra en forma de poeta. ¡ Enhorabuena José!

Anita M. Tg dijo...

Conocia José,hace años en un chat. A los dos nos gusta ecribir. Nuestro amor hacia las palabras nos ha unido. Para mí José es el poeta de Marchena. Un poeta al que me gusta leer, y siempre que lo hago me emociono. He leido su relato, y es bueno. Tuve la suerte de estudiar una carrera: Historia, y admiro la sinceridad y valentía de tú relato, querido poeta. Toda mí admiración y sigue escribiendo

Anita M. Tg dijo...

Admiro a José, he leido el relato. Os lo recomiendo. Soy licenciada en Historia y me gusta mucho como José a quie llamo" cariñosamente" el poeta de Marchena, lo ha escrito.
Suerte y toda mi admiración.
Ana Maria Tapias
Garcia

Anita M. Tg dijo...

He leído todo el relato, José me pidió opinión. Nos conocimos en un chat, hace años, los dos amamos las palabras y las escribimos. Además soy Licenciada en Historia y amo está parte de la historia, que debe ser contada y rescatada del olvido. Gracias a José, mi poeta de Marchena por escribirlo y suerte.
Ana Maria Tapias Garcia.

Ana Maria Tapias Garcia dijo...

Soy amiga de José en la distancia. Nos une nuestro amor hacia las palabras. Los dos escribmos. José para mí es el poeta de Marchena.He tenido la suerte de leer" todo el relato", lo volveré a leer. Me ha emocionado. Además soy Licenciada en Historia y amo esa parte de nuestra historia. Una historia que necesita de testimonios como los de José. Una historia que debe ser rescatada del olvido.
No dejes de escribir nunca.
Siempre te lo dijo.
Ana