FÉLIX POBLACIÓN
Hasta hace un par de meses, que se lo escuché decir a Gerhard Hoffmann, sólo sobrevivían cinco de los 1.400 brigadistas internacionales austriacos que como él acudieron a combatir el fascismo en la Guerra de España junto a la II República. Casi 300 encontraron la muerte en el conflicto, según Hoffmann, que acaba de dar a conocer esas y otras vivencias en un libro presentado este mismo otoño en el Instituto Cervantes de Viena y cuyo título aproximado en español deja entrever la azarosa e intensa existencia de su protagonista: Barcelona-Gurs-Nicaragua: un tortuoso camino a través del siglo XX.Hay dos capítulos en estas memorias –redactadas en alemán y cuya traducción al castellano quizá interese pronto a una editorial española– que resultan muy significativos para entender la trayectoria biográfica de Gerhard Hoffmann y el grado de compromiso de su ideario socialista. El primero se refiere a la ocupación de Austria por el Tercer Reich, cuando el autor –que lleva un tiempo internado en la cárcel por su temprana militancia en las Juventudes Comunistas– es liberado al tiempo que los reclusos nazis acusados de haber participado en el asalto a la cancillería y el asesinato de su titular Dolfuss en 1934.Coincidiendo con la entrada del ejército de Hitler en su país en marzo de 1938, le llega a Gerhard una carta de su hermano mayor, combatiente de las Brigadas Internacionales, escrita desde el frente de Teruel y donde le expresaba su confianza en la victoria de la República, convencido de que con ella contribuiría a la libertad e independencia de Austria. Gerhard Hoffmann decide incorporarse a la lucha y ese mismo verano viaja a Barcelona. En su equipaje lleva un preciado manual de gramática que le regaló su padre para que estudiara en prisión la lengua en que entendería ese destino. Se titulaba Mil palabras en español y nunca olvidó la primera frase que aprendió en nuestro idioma: “Qué bonito es el trabajo visto desde lejos”.El otro capítulo se refiere a la participación de Hoffmann en la resistencia francesa durante la ocupación nazi. A tal fin adopta un nombre falso, Alejandro Giral, y vive bajo esa identidad la liberación del país vecino, con la histórica entrada en las calles de París de los tanques con topónimos españoles, tripulados por quienes fueron sus compañeros de lucha contra Franco. Mientras estos se aprestaban para continuar combatiendo al franquismo como maquisards –visto que la liberación de Europa del fascismo no incluyó la de España–, el brigadista austriaco tuvo que hacer frente a las trágicas consecuencias que el nazismo deparó a su familia. Además de la muerte de sus padres en sendos campos de concentración, su hermano mayor pereció en el de Gross-Rosen (Polonia). Fue uno más del casi centenar de brigadistas austriacos que perdieron la vida en esos infaustos ámbitos de reclusión.Considera Gerhard Hoffmann que su país apenas reconoció significativamente su lucha contra el nazismo. En cuanto a la que sostuvo contra el fascismo franquista, es sabido que en 1996 un real decreto, tan ridículo como tardío, reconoció a los brigadistas internacionales la posibilidad de optar a la nacionalidad española siempre que renunciasen a la propia. Sirvió de muy poco, porque la inmensa mayoría se abstuvo de ser español a costa de su propia nacionalidad. La Ley de Memoria Histórica, aprobada ahora hace dos años, derogó esa condición previa y permitió hace unos meses que siete brigadistas ingleses recibieran la nacionalidad española sin perder la propia en la embajada de nuestro país en Londres.Como pudimos leer y presenciar entonces en los medios de comunicación, los ancianos ex combatientes republicanos fueron noticia relevante y se mostraron muy satisfechos y conmovidos por el hecho reparador de esa simbólica distinción, aunque la mayoría lamentase tan prolongado retraso en concedérsela, dado que muchos de sus compañeros habían muerto antes, en el transcurso de los casi 20 años amnésicos de nuestra democracia. “Hemos tardado, pero ahora hemos llegado a casa”, dijo Sam Lesser –uno de nuestros nuevos y nonagenarios conciudadanos, luchador en la Ciudad Universitaria de Madrid–, a lo que el embajador español respondió: “Vuestra lucha no fue en vano. Vuestros ideales forman parte de la fundación de nuestra democracia”.Ocurre, sin embargo, que habrá otros ancianos brigadistas a los que un impedimento fundamental aparta de la nacionalidad española. La Asociación de Antiguos Brigadistas Internacionales resaltó y denunció en su día una más de las lagunas que tiene la vigente Ley de la Memoria Histórica para compensar a quienes se merecen el reconocimiento del que habla nuestro embajador en Londres. El real decreto que regula la concesión de la nacionalidad española a quienes lucharon junto a la República contra el fascismo estipula que para ello se requiere la jura o promesa de fidelidad al rey, tal como exige el artículo 23 del Código Civil.Gerhard Hoffmann, que combatió a Franco y a Hitler en su mocedad, que perdió a toda su familia en los campos de exterminio nazis, acaba de vivir, a sus 92 años, una dolorosa paradoja. Por un lado presentó en el Instituto Cervantes de Viena las memorias donde describe lo que él llama sus “jóvenes sueños de libertad y solidaridad”, los mismos que en cierto modo comparten ahora sus dos hijas como integrantes de organizaciones humanitarias. Por otro, hace apenas seis semanas entregó a nuestro embajador en aquella capital una carta de renuncia a la nacionalidad española por no aceptar la declaración de fidelidad al rey, aunque se le haya sugerido –según me contó– “una solución escape” que no le pareció digna de su pasado republicano. “No puedo aceptar el hecho de que para que este mundo avance haya que renunciar a la justicia”, escribe Hoffmann en su libro. La voz de su memoria.
Hasta hace un par de meses, que se lo escuché decir a Gerhard Hoffmann, sólo sobrevivían cinco de los 1.400 brigadistas internacionales austriacos que como él acudieron a combatir el fascismo en la Guerra de España junto a la II República. Casi 300 encontraron la muerte en el conflicto, según Hoffmann, que acaba de dar a conocer esas y otras vivencias en un libro presentado este mismo otoño en el Instituto Cervantes de Viena y cuyo título aproximado en español deja entrever la azarosa e intensa existencia de su protagonista: Barcelona-Gurs-Nicaragua: un tortuoso camino a través del siglo XX.Hay dos capítulos en estas memorias –redactadas en alemán y cuya traducción al castellano quizá interese pronto a una editorial española– que resultan muy significativos para entender la trayectoria biográfica de Gerhard Hoffmann y el grado de compromiso de su ideario socialista. El primero se refiere a la ocupación de Austria por el Tercer Reich, cuando el autor –que lleva un tiempo internado en la cárcel por su temprana militancia en las Juventudes Comunistas– es liberado al tiempo que los reclusos nazis acusados de haber participado en el asalto a la cancillería y el asesinato de su titular Dolfuss en 1934.Coincidiendo con la entrada del ejército de Hitler en su país en marzo de 1938, le llega a Gerhard una carta de su hermano mayor, combatiente de las Brigadas Internacionales, escrita desde el frente de Teruel y donde le expresaba su confianza en la victoria de la República, convencido de que con ella contribuiría a la libertad e independencia de Austria. Gerhard Hoffmann decide incorporarse a la lucha y ese mismo verano viaja a Barcelona. En su equipaje lleva un preciado manual de gramática que le regaló su padre para que estudiara en prisión la lengua en que entendería ese destino. Se titulaba Mil palabras en español y nunca olvidó la primera frase que aprendió en nuestro idioma: “Qué bonito es el trabajo visto desde lejos”.El otro capítulo se refiere a la participación de Hoffmann en la resistencia francesa durante la ocupación nazi. A tal fin adopta un nombre falso, Alejandro Giral, y vive bajo esa identidad la liberación del país vecino, con la histórica entrada en las calles de París de los tanques con topónimos españoles, tripulados por quienes fueron sus compañeros de lucha contra Franco. Mientras estos se aprestaban para continuar combatiendo al franquismo como maquisards –visto que la liberación de Europa del fascismo no incluyó la de España–, el brigadista austriaco tuvo que hacer frente a las trágicas consecuencias que el nazismo deparó a su familia. Además de la muerte de sus padres en sendos campos de concentración, su hermano mayor pereció en el de Gross-Rosen (Polonia). Fue uno más del casi centenar de brigadistas austriacos que perdieron la vida en esos infaustos ámbitos de reclusión.Considera Gerhard Hoffmann que su país apenas reconoció significativamente su lucha contra el nazismo. En cuanto a la que sostuvo contra el fascismo franquista, es sabido que en 1996 un real decreto, tan ridículo como tardío, reconoció a los brigadistas internacionales la posibilidad de optar a la nacionalidad española siempre que renunciasen a la propia. Sirvió de muy poco, porque la inmensa mayoría se abstuvo de ser español a costa de su propia nacionalidad. La Ley de Memoria Histórica, aprobada ahora hace dos años, derogó esa condición previa y permitió hace unos meses que siete brigadistas ingleses recibieran la nacionalidad española sin perder la propia en la embajada de nuestro país en Londres.Como pudimos leer y presenciar entonces en los medios de comunicación, los ancianos ex combatientes republicanos fueron noticia relevante y se mostraron muy satisfechos y conmovidos por el hecho reparador de esa simbólica distinción, aunque la mayoría lamentase tan prolongado retraso en concedérsela, dado que muchos de sus compañeros habían muerto antes, en el transcurso de los casi 20 años amnésicos de nuestra democracia. “Hemos tardado, pero ahora hemos llegado a casa”, dijo Sam Lesser –uno de nuestros nuevos y nonagenarios conciudadanos, luchador en la Ciudad Universitaria de Madrid–, a lo que el embajador español respondió: “Vuestra lucha no fue en vano. Vuestros ideales forman parte de la fundación de nuestra democracia”.Ocurre, sin embargo, que habrá otros ancianos brigadistas a los que un impedimento fundamental aparta de la nacionalidad española. La Asociación de Antiguos Brigadistas Internacionales resaltó y denunció en su día una más de las lagunas que tiene la vigente Ley de la Memoria Histórica para compensar a quienes se merecen el reconocimiento del que habla nuestro embajador en Londres. El real decreto que regula la concesión de la nacionalidad española a quienes lucharon junto a la República contra el fascismo estipula que para ello se requiere la jura o promesa de fidelidad al rey, tal como exige el artículo 23 del Código Civil.Gerhard Hoffmann, que combatió a Franco y a Hitler en su mocedad, que perdió a toda su familia en los campos de exterminio nazis, acaba de vivir, a sus 92 años, una dolorosa paradoja. Por un lado presentó en el Instituto Cervantes de Viena las memorias donde describe lo que él llama sus “jóvenes sueños de libertad y solidaridad”, los mismos que en cierto modo comparten ahora sus dos hijas como integrantes de organizaciones humanitarias. Por otro, hace apenas seis semanas entregó a nuestro embajador en aquella capital una carta de renuncia a la nacionalidad española por no aceptar la declaración de fidelidad al rey, aunque se le haya sugerido –según me contó– “una solución escape” que no le pareció digna de su pasado republicano. “No puedo aceptar el hecho de que para que este mundo avance haya que renunciar a la justicia”, escribe Hoffmann en su libro. La voz de su memoria.
Félix Población es escritor y periodista
Ilustración de Iker Ayestaran
Ilustración de Iker Ayestaran
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