La Guardia Civil investigó en Encinasola un asesinato franquista
El País: LIDIA JIMÉNEZ - Huelva - 20/08/2009
Un lugar llamado La hoya del muerto y los recuerdos de los ancianos de Encinasola (Huelva) sobre la llegada de sublevados fascistas a esta localidad llevó a la Guardia Civil de Huelva a realizar una investigación de oficio sobre la muerte de un supuesto represaliado por el franquismo en 1936. Tras tres meses de investigación, el forense determinó esta semana que no puede concluirse su identidad debido al deterioro de los restos óseos encontrados. Sin embargo, para los investigadores y las asociaciones de memoria histórica, éste es un gran avance, ya que se trata del primer caso en España en el que no son familiares o asociaciones los que solicitan una exhumación o los jueces los que la ordenan, sino que la actuación parte directamente de la Comandancia de la Guardia Civil. En Encinasola, un pueblo de 1.500 habitantes que limita con Portugal y Extremadura, muchos ancianos recuerdan los asesinatos "a balazos" de los fascistas el 19 de julio de 1936. Según el historiador Francisco Espinosa, murieron alrededor de 33 personas. Algunos vecinos avisaron a la Guardia Civil de que, en el camino hacia Rosal de la Frontera, en una zona agreste y recóndita, existía un lugar en el que, aseguraban, se arrojaron los restos de Sixto Caro, un campesino de 20 años, que huyó a esconderse al campo. La hoya del muertoEl lugar, al que apenas se puede acceder, lleva el nombre de La hoya del muerto. Miembros del Seprona acudieron a comprobar la supuesta existencia de los restos. Al encontrarlos se pusieron en contacto con la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva y se procedió a investigar el caso recabando información de los vecinos, familiares, historiadores y asociaciones de memoria histórica. Pero aún faltaba un requisito para avanzar en las actuaciones: el permiso judicial.La titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Aracena autorizó el proceso. Ella, el secretario, varios guardias civiles y un guía organizaron una expedición a la zona el pasado 7 de julio. "Me llamó la Guardia Civil y me dijo que habían encontrado un hueso de persona. Mi obligación es acudir a hacer el levantamiento ya se trate de un cuerpo reciente o uno de hace 70 años", explicaba ayer la juez. El informe forense concluyó esta misma semana y no identifica los restos óseos -parte del cráneo y mandíbula-. Caso archivado.Pese a ello, el Cooordinador de "Recuperando la Memoria Histórica y Social de Andalucía" (CGT.A), Cecilio Gordillo, lo celebra. "Es un gran avance para futuras investigaciones", asegura, "ya era hora de que se hicieran las exhumaciones como se debieron hacer siempre, a través de la Guardia Civil", añade. Los agentes que participaron en la investigación están de acuerdo. "No se trata de un bando o de otro. Se trata de que las cunetas y los campos del país no estén llenos de muertos", afirma Antonio Castilla, uno de los guardias que participó en el operativo.
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ENCINASOLA/ROSAL LA INVESTIGACIÓN DE UN CRIMEN
Setenta años sin sepultura
La Guardia Civil encuentra en La hoya del muerto los restos de una víctima de la represión · El cráneo y la mandíbula hallados parecen ser los del joven de 20 años Sixto Caro, huido en 1936
HUELVA INFORMACIÓN: RAFAEL MORENO ACTUALIZADO 17.07.2009 - 12:26
La expedición judicial y de la Guardia Civil en el paraje de La hoya del muerto.
No era un lugar cómodo para ser republicano en 1936. El ideario carlista y tradicionalista imaginaba Encinasola como una Covadonga desde donde iniciar la reconquista del país a las
fuerzas del mal, es decir, los rojos. Esa aura de mitología totalitaria atrajo a la zona al requeté sevillano. Lo recuerda Espinosa en su obra de manual La Guerra Civil en Huelva. Fue el único pueblo donde triunfó la sublevación fascista de forma permanente y cayó en manos de los franquistas el 19 de julio de 1936.
Así que la represión se inició pronto. Cuando reaccionaron los izquierdistas fue tarde. Comenzó una desbandada en dirección al vecino Barrancos (Portugal) y a Badajoz. Treinta y tres víctimas de la represión derechista y cuatro de la izquierdista (fuente: La Guerra Civil).
Este fue el complicado decorado para sobrevivir que se encontró un joven campesino de 20 años llamado Sixto Caro. Como tantos, decidió huir.
Perfecto conocedor de las montañas que rodean la llanura de Encinasola buscó cobijo en una de las zonas más agrestes del término, en dirección al Rosal que viera el poeta Miguel Hernández, y esquivó los primeros zarpazos de la muerte. Allí comenzó su calvario. Alimentado por los estraperlistas de la ruta del café resistió algún tiempo. Su aventura acabó después de recibir
unos cuantos balazos de una batida fascista encargada de lo que el régimen franquista llamaba "la limpieza de los campos".
Entonces se dio paso a una leyenda amparada por un paraje de nombre más bien poco discreto: La hoya del muerto. Muchos sabían que en esa concavidad se encontraban, a la intemperie y sin enterrar, los restos de una persona.
Setenta años después de los hechos, la Guardia Civil ha resuelto el enigma y si se confirman las pesquisas, los restos óseos que encontraron en el lugar el pasado 7 de julio tendrán un rostro, una vida y una familia, la de Sixto Caro.
Todo empezó hace unos meses, cuando la Guardia Civil tuvo conocimiento de que en un paraje de Rosal de la Frontera podrían encontrarse todavía los restos de un hombre que fue asesinado durante la Guerra. Los agentes estudiaron pormenorizadamente las fuentes históricas hasta dar con el lugar conocido como La hoya del muerto, dentro de la muy conocida finca El Castillo.
El pasado 7 de julio, narra la Benemérita en una nota, los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza junto a un equipo de la Policía Judicial de Aracena y una comisión judicial formada por juez, secretario y forense emprendieron una expedición al recóndito paraje. El grupo tuvo que abandonar hasta los todo-terrenos y continuar a pie hasta La hoya. Allí, entre una maleza de dos metros de altura, encontraron varios restos óseos, una mandíbula humana y un trozo de hueso craneal. También una bota y un trozo de hoz. Era lo que quedaba de un hombre después de que el tiempo y las alimañas se encargaran de dispersar un cuerpo que nunca fue enterrado.
Los huesos, tras autorizar la titular del Juzgado de Instrucción el debido levantamiento, han sido enviados al Instituto Anatómico Forense para que se proceda a su identificación.
No será fácil. La mandíbula no tiene dientes adheridos ni alveolos, lugar donde el ADN permanece por más tiempo y que permite la identificación de un cadáver. La aparente imposibilidad médica para conocer el nombre de la víctima no ha echado para atrás a la Guardia Civil. Ha recompuesto la historia, entrevistado a cronistas, historiadores y viejos conocedores de aquellos días del 36 hasta hilar una identidad y un pasado creíble que puede ser el de
Sixto Caro. Su hermana, que tuvo un hijo que luego se hizo agente de la Benemérita, ha aportado datos claves, al igual que un sobrino nieto. Sólo queda hacer oficial un nombre, un hombre, una muerte y un asesinato más de aquella gran represión.
DIFUNDE RMHS de Andalucía.,
spcgta@cgt.es
Este fue el complicado decorado para sobrevivir que se encontró un joven campesino de 20 años llamado Sixto Caro. Como tantos, decidió huir.
Perfecto conocedor de las montañas que rodean la llanura de Encinasola buscó cobijo en una de las zonas más agrestes del término, en dirección al Rosal que viera el poeta Miguel Hernández, y esquivó los primeros zarpazos de la muerte. Allí comenzó su calvario. Alimentado por los estraperlistas de la ruta del café resistió algún tiempo. Su aventura acabó después de recibir
unos cuantos balazos de una batida fascista encargada de lo que el régimen franquista llamaba "la limpieza de los campos".
Entonces se dio paso a una leyenda amparada por un paraje de nombre más bien poco discreto: La hoya del muerto. Muchos sabían que en esa concavidad se encontraban, a la intemperie y sin enterrar, los restos de una persona.
Setenta años después de los hechos, la Guardia Civil ha resuelto el enigma y si se confirman las pesquisas, los restos óseos que encontraron en el lugar el pasado 7 de julio tendrán un rostro, una vida y una familia, la de Sixto Caro.
Todo empezó hace unos meses, cuando la Guardia Civil tuvo conocimiento de que en un paraje de Rosal de la Frontera podrían encontrarse todavía los restos de un hombre que fue asesinado durante la Guerra. Los agentes estudiaron pormenorizadamente las fuentes históricas hasta dar con el lugar conocido como La hoya del muerto, dentro de la muy conocida finca El Castillo.
El pasado 7 de julio, narra la Benemérita en una nota, los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza junto a un equipo de la Policía Judicial de Aracena y una comisión judicial formada por juez, secretario y forense emprendieron una expedición al recóndito paraje. El grupo tuvo que abandonar hasta los todo-terrenos y continuar a pie hasta La hoya. Allí, entre una maleza de dos metros de altura, encontraron varios restos óseos, una mandíbula humana y un trozo de hueso craneal. También una bota y un trozo de hoz. Era lo que quedaba de un hombre después de que el tiempo y las alimañas se encargaran de dispersar un cuerpo que nunca fue enterrado.
Los huesos, tras autorizar la titular del Juzgado de Instrucción el debido levantamiento, han sido enviados al Instituto Anatómico Forense para que se proceda a su identificación.
No será fácil. La mandíbula no tiene dientes adheridos ni alveolos, lugar donde el ADN permanece por más tiempo y que permite la identificación de un cadáver. La aparente imposibilidad médica para conocer el nombre de la víctima no ha echado para atrás a la Guardia Civil. Ha recompuesto la historia, entrevistado a cronistas, historiadores y viejos conocedores de aquellos días del 36 hasta hilar una identidad y un pasado creíble que puede ser el de
Sixto Caro. Su hermana, que tuvo un hijo que luego se hizo agente de la Benemérita, ha aportado datos claves, al igual que un sobrino nieto. Sólo queda hacer oficial un nombre, un hombre, una muerte y un asesinato más de aquella gran represión.
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