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El exilio republicano sembró su semilla pedagógica en América
El retroceso que supuso la derrota de la II República significó que el sistema educativo del país se situó en el nivel que tenía en 1870, según asegura la catedrática de Economía de la Educación Clara Eugenia Núñez en el documental de RTVE La Escuela Olvidada, dirigido por Sonia Tercero. La película se proyectó ayer durante la segunda sesión de las II Jornadas Políticas de Memoria y Construcción de Ciudadanía, que organizan en Madrid la Fundación Contamíname y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
La II República creó la oportunidad para extender el impulso modernizador del modelo educativo y de la sociedad española en general promovido por la Institución Libre de Enseñanza (ILE) de Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío. El nuevo movimiento pedagógico buscaba la emancipación de las conciencias e intentó dar una respuesta a dos de los grandes retos de la sociedad española desde el siglo XIX: la secularización y el atraso, asunto este último que se convertiría en uno de los leitmotiv del debate finisecular, en el que los intelectuales de la ILE apuntaron que para crear un nuevo país no se podía solo formar nuevos dirigentes, sino “construir un pueblo nuevo”, según explicó la antropóloga y profesora de la UNED María García Alonso.
El Instituto-Escuela, fundado en Madrid en 1918 y extendido a Barcelona, Valencia y Sevilla en 1932, y la Residencia de Estudiantes y la Residencia de Señoritas fueron las creaciones más señeras de este movimiento pedagógico, “de los mejores experimentos progresistas (…), con una trascendencia internacional”, según explica Ivor Goodson, catedrático de Brighton University (Sussex, Reino Unido) en el citado documental.
Muchos de los pedagogos y profesores que sostuvieron este movimiento fueron expulsados, lo que supuso “un retraso enorme para la creatividad de la población española”, dice el experto británico, quien asegura que esa expulsión de “profesores comprometidos, creativos y preocupados por los niños (…) fue un crimen que nunca debería perdonarse”.
Pero una vez derrotada la II República, el influjo de este modelo modernizador de la educación cruzó el océano hacia el exilio en América. En Uruguay, la influencia de las Misiones Pedagógicas de la República desembocó en las Misiones Sociopedagógicas del país sudamericano, mientras que en México se crearon varios colegios, entre ellos, el emblemático Colegio Madrid, que este año cumple 70 años.
Las Misiones Sociopedagógicas uruguayas se crearon por influjo de las Misiones Pedagógicas republicanas, con la diferencia de que en el país sudamericano fueron creadas por iniciativa popular, de los estudiantes y no impulsadas por el Estado y con el ingrediente añadido de intervenir en las condiciones de vida de las comunidades que recibían a las misiones, tal como se planteó en España durante el periodo del Bienio Negro (1933-35). En Uruguay estas misiones estuvieron activas a partir de 1945 hasta la actualidad, solo interrumpidas por el paréntesis de la dictadura militar, (1973-1985).
México, el colegio Madrid y otros mantuvieron la estela de la República hasta el punto de que aún hoy los estudiantes, de origen español o no, celebran su conmemoración el 14 de abril. En cualquier caso, aparte de los símbolos, lo destacable en este colegio es la impronta que deja en los alumnos la aplicación del método pedagógico que fue una de las banderas del proyecto social republicano.
“Se trata de enseñar aprendiendo juntos”, explicó Rosa María Catalá, actual directora del colegio Madrid, donde ingresó como alumna a los 13 años tras llegar a México exiliada de la dictadura argentina de 1976. El colegio Madrid es una “escuela para la vida”, que aporta no solo conocimientos, sino procedimientos y valores que hacen de la “conciencia crítica un sello de identidad” de sus estudiantes. Quien estudia en el colegio Madrid es un ser “autónomo, capaz de pensar por sí mismo y de tomar decisiones”, son “personas confiadas en su capacidad para enfrentar lo nuevo y asumir la responsabilidad ética de sus acciones”, explicó Catalá.
Mientras el exilio republicano sembraba su semilla en América, en la España franquista los libros de historia mostraban a un país escogido por Dios, según la aplicación “de un a priori ontológico por el que España existe desde sus primeros habitantes”, explicó el psicólogo Mario Carretero, experto en los procesos de construcción de identidades a partir de los relatos de la historia.
“La enseñanza de la Historia no se puede concebir como una sucesión de acontecimientos o personajes, sino que debe ser una reflexión”, apuntó el experto. Aún en España “tenemos serios problemas con esto, porque se da una tensión muy fuerte entre los objetivos ilustrados dirigidos a construir ciudadanía y los objetivos románticos dirigidos a promover el amor a la nación”, dijo, para sugerir después la creación de “una historia escolar que no sea como el espejo de la madrastra” [de Blancanieves], en el que espejo está acostumbrado a ofrecer la versión que el oyente quiere escuchar.
En este sentido, Carretero aseguró que “independientemente de los gobiernos, no se han hecho grandes esfuerzos por la transformación educativa y cultural de este país desde la muerte de Franco”.
Saludos,
Prensa Contamíname
Verónica Alemán
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