martes, 4 de mayo de 2010
Los hijos de la guerra
Extraido de la Voz de Marchena.org/ V. M
Las quintas jornadas de Recuperación y Dignificación de la Memoria Histórica, que continúan lunes y martes a partir de las 20:00 horas en el salón de actos del Ayuntamiento de Marchena, comenzaron el pasado sábado con la proyección del documental y una serie de actividades que se desarrollaron en la sala Akasha, donde pudimos conversar con los huérfanos y sufridores de la barbarie, que un día tuvieron que abandonar Marchena, como los descendientes de Sebastián Guisado y de Enrique Narváez y esposa, cuyos familiares más jóvenes se sienten plenamente identificados y satisfechos con el trabajo que DIME Marchena ha hecho por sacar a la luz tantas preguntas guardadas en los cajones.
Antonio Narváez es hijo de Enrique Narváez, jornalero que fue asesinado por su compromiso con los trabajadores. Para rematar el sufrimiento, los falangistas dieron el tradicional paseíllo a su madre por la calle San Sebastián camino al cementerio y dejaron dos huérfanos de 3 y 5 años, Antonio y José.
Antonio recuerda "a más no poder" a pesar de que por entonces en aquel verano del 36 tenía 3 años recién cumplidos, como su padre se tenía que refugiar aquellos días del golpe en Marchena, después de que un mes antes de vuelta a su casa miembros de la naciente Falange le hubieran propinado una brutal paliza. Sobre el inmediato asesinato de su madre por ser la esposa de Enrique, aún no se lo explica: "Mi madre era ama de casa, no sabía hacer la o con un canuto, no sé qué tipo de venganzas llevaron a matar a mis padres".
Y desde entonces llegó lo más duro, en 1938, en plena Guerra Civil, tuvo que empezar a trabajar "en una finca en la carretera de la Puebla, el cortijo de los Ríos, allí empecé a guardar pavos, todavía me acuerdo como me echaba a llorar cuando los cogía", poco más tarde su misión fue "guardar cochinos" en la finca del "Tío de los Cuernos".
Después de varias idas y venidas de Marchena, siguió trabajando sin parar hasta que se fue a Sevilla a sus 21 años en 1954, pues aparte de la dureza de la vida en nuestra localidad, tuvo que sufrir el constante "desprecio por ser hijo de rojo". En la capital hispalense comenzó a trabajar durante 3 años, hasta que en 1957 consiguió un contrato en Bélgica, ya que "en Sevilla estaba amenazado por el sindicato de la época, porque yo siempre fui antifranquista", afirma con rotundidad.
No le importó emigrar al país belga para trabajar en las minas de Jumet y Roux (Charleroi). A pesar de un accidente de trabajo muy grave que sufrió en Bélgica que le obligó a dejar la mina y volver a Sevilla en 1964 con la suerte de poder recuperar su trabajo anterior, no duda en señalar que "Bélgica me lo dio todo, es el país que más quiero y admiro, yo jamás me había visto libre, participaba en todo lo que podía".
Allí tuvo su primer hijo y consiguió un contrato para su hermano José, primero en Alemania en 1959 y luego en la propia Bélgica, donde permaneció hasta 1974 y nació el cantautor Francisco Narváez.
A la vuelta a Sevilla, Antonio tuvo que empezara trabajar de peón de albañil dado sus años fuera de la capital, pero "eso ya fue un problema menor". Tuvo tres hijos más en Sevilla, donde vive desde entonces, y el sábado pudo disfrutar un año más, después de aquellos tiempos duros de sus primeras décadas de vida, de un almuerzo de convivencia con los marcheneros que le hacen recordar que el asesinato de sus padres no quedará en el olvido.
Hubo personas procedentes de otros puntos de fuera de nuestra localidad, algunos por interés en conocer las jornadas, otro directamente descendientes de marcheneros, como los hermanos Guisado: Manuel, Josefa (en e centro de la imagen) y Carmen, hijos de Sebastián Guisado, trabajador del campo y miembro de la UGT de Marchena que fue castigado a seis años y un día de castigos en campos de concentración, en unos tiempos posfranquistas en el que aparte de los numerosos exiliados, huérfanos, familias rotas y asesinados (estos últimos en Marchena 200 que se contabilizan a ciencia cierta, número que puede ser aún mayor), hubo rigurosamente comprobado alrededor de un centenar de personas que fueron a parar a batallones de trabajo y cárceles franquistas con penas desde varios meses hasta 30 años e incluso pena de muerte, impuesta por los procesamientos de los tribunales militares de la época.
*Ver bibliografía "En busca de una historia oculta, La Guerra Civil en Marchena (1936-1939), de Javier Gavira Gil.
El caso de Sebastián Guisado fue de 6 años y 1 día de prisión: "Me cuentan que se fue con el cabello negro y volvió con el pelo blanco", cuenta María José, nieta de Josefa y biznieta de Sebastián, que llega desde Alcalá de Guadaira, donde residen los descendientes de este preso marchenero y que desde su juventud ha logrado acceder a los archivos provinciales para investigar lo sucedido con su abuelo y con los presos franquistas, poniéndose en contacto y asociándose a DIME Marchena. http://dimemarchena.blogspot.com/2010/05/testigos-de-la-historia-vjornadas-dime.html
A María José, acompañada por su prima Chari, hija de Carmen, además de los tres referidos hermanos, le han contado que su bisabuelo era el encargado de llevar el pozo en el que se le daba de beber a los animales del campo, lo que da cuenta de que la represión de la época no se centró en cargos marcadamente políticos.
No obstante, el caso de Sebastián Guisado es fiel exponente de como la población más sencilla había acogido con entusiasmo la proyección cultural y de conocimientos que se estaba dando en la II República, pues la hermana mayor, Josefa, recuerda "cuando iban a casa y le sacaban los libros, se los quemaban". En aquella difícil época, vieron morir a un hermano por diteria, una enfermedad de aquellos tiempos y ahora quedan en vida 7 de los 11 hermanos.
La familia Guisado emigró a Sevilla en 1956 cuando Manuel, presente en estas jornadas, tenía 8 años y Josefa atravesaba la veintena: "No teníamos nada", afirma Manuel, por lo que la emigración fue forzosa. Lógicamente los años de prisión de su padre le dejaron marcados y todos tuvieron que tomar nuevo rumbo hacia la capital para trabajar en la construcción, aunque pronto moriría Sebastián fruto de "las secuelas de la cárcel" no mucho después de abandonar Marchena y sin ser aún muy mayor.
"Venimos de visita a Marchena una vez al mes" a ver a la parte de la familia que aún le queda en Marchena, afirma Chari, y también a las reuniones y actividades que organiza DIME Marchena, una asociación que a raíz de las investigaciones, trabajos para cambiar rotulación de diversas calles, catas en el cementerio y la propia organización de estas jornadas, "ha contribuido mucho a aliviar la memoria" de personas que sufrieron la represión, y como son los casos, tener que huir de Marchena, afirma María José, ciudadana alcalareña de antepasados marcheneros, en todo momento destacando la labor de recuperación e investigación rigurosa de DIME, a la que se ha sumado para contribuir como una marchenera más.
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1 comentario:
Mi nombre es Jesus Pizarro, hijo y nieto de victimas del franquismo. Mi madre me contaba que tanto ella como su hermana y dos hermanas de mi padre estuvieron en un colegio de monjas en Marchena, como huerfanas de guerra. Ando buscando datos sobre esos horfanatos como por ejemplo, si en ellos habian huerfanos de los 2 bandos de la guerra o eran distintos para unos y otros. Si alguien tiene informacion podria ponerse en contacto conmigo en jesuspizarro@andaluciajunta.es
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