Juan Blanco
Actualizado 09/03/2010 22:46
La Universidad de Sevilla trata de recuperar con unas jornadas su memoria histórica.
La Universidad de Sevilla trata de recuperar con unas jornadas su memoria histórica.
Primero fueron los jesuitas en el XVIII, y más tarde sería la izquierda docente la expulsada de la universidad, en 1936. Y a pesar de la distancia temporal, hoy se sabe más acerca de la primera que de la segunda: la Hispalense se ha mantenido desde siempre reacia a mostrar su pasado más confuso, tras casi 74 años después de los hechos y más de treinta desde la Amnistía. Pero desde ayer y hasta mañana jueves, la Universidad de Sevilla abre las puertas de su pasado más críptico para celebrar sus I Jornadas de recuperación de la memoria histórica.
Fue el Claustro el que movió ya ficha el pasado 14 de octubre, cuando "puesto en pie", ratificó de forma unánime una declaración sobre la memoria histórica. Ahora, la concreción de ese documento reluce en forma de una serie de conferencias que, durante tres días, intentarán transmitir "a la segunda y sucesivas bancadas" de las aulas qué fue lo que sucedió en la institución durante una de sus etapas más oscuras.
Los motivos del ocultismo responden a la mezcla de "política y prejuicios" que giraba en torno a los archivos, según Juan Luis Rubio Mayoral, profesor de Teoría e Historia de la Educación y uno de los conferenciantes. Con la adquisición de competencias en materia de memoria histórica por parte de la Junta de Andalucía, el acceso a estos documentos se ha vuelto más necesario.
La memoria histórica "no es un alegato de ningún régimen, sino un canto a la libertad", asegura Rubio, ponente de una conferencia sobre la depuración de funcionarios y docentes que acarreó la Guerra Civil en la Hispalense. Por medio de sus investigaciones -aún en proceso-, los asistentes pudieron conocer que un tercio del total de catedráticos que estaba en la Universidad en 1936 fue sancionado con castigos tales como la suspensión de empleo y sueldo, que en ocasiones era temporal, pero que en algunos de los casos acababa derivando en el exilio.
En total llegaron a ser 25 los profesores sancionados por causas tan variopintas como la de haber estado divorciado, comulgar con determinadas ideas políticas o por conductas "amorales o antipatrióticas". "Podría hablar durante días de esos expedientes", revela el profesor.Y en Sevilla, durante tres amargos meses de 1936, tuvo que ser el propio rectorado el que asumiera la labor de purga. Al contrario que otros de los pocos autores que han ahondado en este tema, Rubio Mayoral considera que no existieron rencillas académicas para tal criba. "Mi hipótesis es que no".
Explica el profesor que tras el rectorado de Estanislao del Campo (1931-1934), que dio paso al breve periodo de gerencia de Francisco Candil-Calvo, éste terminó dimitiendo ante Queipo de Llano porque "no le conceden el permiso de armas" para su propia defensa en una etapa agitada para la Hispalense. A esta peregrina excusa se le suma el hecho de que su destitución coincidió en el mismo día con la presentación del nuevo rector, algo que despeja cualquier "tipo de animadversión" hacia Candil-Calvo. "Ni el cese fue fulminante, ni accidental".
La figura del rector impuesto por De Llano, Mariano Mota Salado, también queda exenta de excesiva culpa según las nuevas hipótesis de Rubio Mayoral. En una de las misivas intercambiadas con el Gobierno Civil, el rector manifestaba haber leído "con verdadera satisfacción" un decreto por el cual se le retiraba la potestad de señalar a sus propios compañeros, un dato que aclararía, para el autor, la disconformidad que pesaba sobre Mota Salado al encontrarse al frente de esta labor. Otro dato en la defensa del rector conservador responde a la existencia de un documento que revela cómo las acusaciones lanzadas a los 25 profesores represaliados estaban escritas con tinta diferente, lo que demostraría que era otra autoridad la competente para emitir los "pliegos de cargo" contra los profesores acusados.Más allá de las responsabilidades, fue el pueblo el que "pagó con creces" la reforma de la universidad que vendría con el régimen. A toda una generación de estudiosos y literatos herederos de la Edad de Plata "no les quedó otra que acatar". "La Universidad española quedó reducida a la mínima expresión". De esta manera, la Facultad de Ciencias y la de Filosofía y Letras vieron apartados de sus funciones a dos catedráticos, aunque la más perjudicada fue la Facultad de Derecho, con cinco profesores depurados. De todos ellos, al menos siete se exiliaron: "Una parte importante de ellos acabó en México".
Lo relataba así, en primera persona, otro de los ponentes, Néstor de Buen, en una conferencia dedicada su padre, el profesor de la Universidad de Sevilla Demófilo de Buen, exiliado en el país centroamericano tras una larga odisea. "Algún día Francia tendrá que pagar por ese crimen que eran los campos de concentración para españoles".
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