DIME/Extraido de La Voz de Marchena
Bajo el lema “Verdad, Justicia y Reparación”, La Asociación Dignidad y Memoria (DIME) celebró anoche, 18 de julio, en la Puerta de la Memoria la I Noche de las Velas, a la que asistieron además de los miembros de la citada Asociación, con su presidenta Antonia Parra a la cabeza, familiares, amigos y algunos representantes políticos, para alumbrar la dignidad de cada uno de los casi doscientos asesinados y asesinadas por el régimen franquista en nuestra localidad.
Abrió el acto la secretaria de DIME, Ana Ribas, quien dirigió unas breves palabras en las que recalcó la significación del acto. Entre los congregados, se encontraban los ediles Manuel Buendía (PSOE) y Francisco Rey (IU), el historiador local Javier Gavira, además de miembros, familiares y amigos de las víctimas.
Fue un acto íntimo, sencillo, de absoluto recogimiento, preñado de sentimiento y cariño a los que dieron la vida en defensa de sus ideales democráticos; sin un atisbo de venganza, pero también sin un ápice de desfallecimiento para conseguir la dignificación que ellos y ellas merecen.
Cada uno de los presentes fue depositando una vela roja al pie de la Puerta de la Memoria hasta conformar con ellas el lema de la convocatoria “Verdad, Justicia y Reparación”, tres palabras distintas, un mismo sentimiento.
Doscientas velas rojas y” una sola vela blanca, por el juez Garzón, por los familiares de las víctimas, por la esperanza y por la paz” comentaba Ana Ribas. La misma paz por la que tantos años luchó Nelson Mandela, curiosamente homenajeado por la ONU el mismo 18 de julio en su 92 cumpleaños, instaurando desde esta fecha “El Día Internacional de Mandela”.
El broche final lo puso el cantautor marchenero Francisco Narváez poniendo música a la carta que escribió Julia Conesa, una de las Trece Rosas, antes de ser asesinada el verano de 1939 junto a sus compañeras, siete de ellas menores de edad, contra la tapia del cementerio del Este de Madrid, . La música la puso la guitarra de Narváez, la voz parecía ser prestada:
“Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar”. Así decía Julia Conesa en la carta que dirigió a su progenitora, que concluía con el ruego “que mi nombre no se borre en la historia”.
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