martes, 6 de julio de 2010

Una jueza vasca atiende por fin a las víctimas de Franco




Público.es


DIEGO BARCALA MADRID 05/07/2010 22:00 Actualizado: 05/07/2010 Celestina Zabala tenía 11 años cuando los franquistas detuvieron a su padre Millán, uno de los funcionarios republicanos donostiarras que los fascistas eliminaron a su entrada a la ciudad en 1936. Los golpistas lo hicieron desaparecer durante 74 años, hasta que unas obras en el puente de Hierro de la ciudad encontraron hace un año siete esqueletos. El juzgado número 3 de Donostia se hizo cargo del hallazgo y publicitó los resultados de la investigación. El ADN dice que uno de los encontrados es el padre de Celestina.

La casualidad hizo que las obras sobre el río Urumea donde aparecieron los restos quedaran apenas a cien metros de la casa de Francisco Etxeberria, el médico forense que más fosas de la Guerra Civil ha investigado en la última década. "Cuando encontramos los restos y vimos que efectivamente tenían señales de violencia llevamos el caso al juzgado, como hacemos siempre", explica el facultativo.

La diferencia con el resto de fosas excavadas en la última década es que, en este caso, el juzgado sí hizo caso a la denuncia. El Instituto Vasco de Medicina Legal en colaboración con la sociedad de ciencias Aranzadi donde investiga Etxeberria emprendió la investigación para la identificación de los siete cuerpos encontrados en dos fosas en la orilla del río. El hallazgo de botones con las letras SS, propias del uniforme de funcionarios de San Sebastián, introdujo también en la investigación histórica a la policía local.

Ejemplo de trabajo
Todas las partes implicadas explicaron en una conferencia de prensa en el juzgado los resultados del caso. "Es la primera vez que un juzgado se implica tras hablar con las familias. Ha sido un ejemplo de cómo se debe trabajar en estos casos", añade Etxeberria. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica denuncia que los jueces que no analizan los restos con signos de violencia, como un disparo en un cráneo, inclumplen la Ley de Enjuiciamiento Criminal que obliga al juez a, por lo menos, acudir a reconocer el lugar del crimen.

"Es la primera vez que un juzgado se implica tras hablar con las familias"
Junto al padre de Celestina, se ha identificado a otro varón que forma parte de las 380 víctimas republicanas ya documentadas por el historiador Iñaki Eraña. "Hay documentos que muestran los ingresos de los cuerpos en los cementerios de Polloe y Alza", explica Eraña. Entre los otros cinco cuerpos que faltan por identificar hay una mujer cuyo ADN dice que es pariente por línea materna de otro de los fusilados sin identificar.

Antes de que fueran encontrados los botones que daban pistas sobre la ocupación republicana de las víctimas, se manejaron dos hipótesis. La primera, ciertamente común en San Sebastián, llevaba a pensar que eran restos de soldados abandonados por las tropas napoleónicas de la Guerra de la Independencia. Y la segunda, que fueran algunos de los 70 militares golpistas fusilados por los republicanos leales tras el fracasado 18 de julio.

El lugar donde aparecieron los restos era utilizado por los republicanos para los fusilamientos. El apoyo judicial a la exhumación adquirió relevancia hace un año, cuando el debate sobre el proceso abierto por la Audiencia Nacional tenía más calor. La colaboración institucional seguirá con el estreno del nuevo puente cuando se añada una placa que homenajee a las víctimas.

"Ya puedo decir que mi padre ha aparecido"
Celestina Zabala, de 85 años, siempre vivió con la incertidumbre del lugar donde su padre había muerto. No sabía si estaba en el cerro de San Bartolomé, como un sereno le dijo a su madre, o en los rellenos de Amara, donde unas obras destaparon, como se ve en la fotografía, su cuerpo 74 años después. “Según le contaron a mi madre, se lo llevaron cuando estaba en la barandilla de la Concha. A partir de ese momento, ya no supimos nada más de él”, explicó en 2008 en un homenaje a los 380 republicanos fusilados en Donostia. Los franquistas registraron su casa de Intxaurrondo donde Celestina, su madre y su hermano Narciso de 8 años vieron cómo se llevaron su pistola de sereno. Su madre salió sin éxito en su busca. “Ya puedo decir que ha aparecido”, reflexionó Celestina.

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