La exposición 'Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad' analiza el papel de la mujer desde la II República hasta la Transición prestando especial atención a la doble represión que el régimen de Franco ejerció sobre ellas por “rojas” y por “liberadas”.
Público.es/ALEJANDRO TORRÚS Madrid
Rapadas al cero para censurar su 'libertinaje' y purgadas con aceite de ricino para depurar su “alma tóxica”, miles de mujeres fueron exhibidas por las calles y plazas del país durante los años de guerra civil y posguerra. El castigo del franquismo sobre las mujeres fue doble. Por “rojas” y por “liberadas”. La dictadura exigió a las mujeres un exceso de virtud que encarnara un modelo de decencia y castidad que limpiara la degradación moral republicana.
Es imposible determinar el número de mujeres represaliadas a lo largo de la dictadura. Historiadores como Fernando Obregón han documentado la muerte de 116 mujeres en Cantabria desde 1937, cuando la provincia fue tomada por Franco. En Burgos, casi 500 mujeres murieron en la cárcel a manos de los franquistas y en la cárcel de Ventas (Madrid) está documentada la presencia de más de 5.000 reclusas republicanas, a pesar de que su capacidad sólo era para 450 personas.
Sus historias fueron silenciadas durante años por la ideología oficial del régimen. Sobre ellas recayó la responsabilidad de “regenerar la patria”. Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia, exilio, silencio o uniformidad.
“La forma de castigar al hombre era el exterminio. Se fusilaba a gran parte de los hombres de una población, por ejemplo. Con la mujer se buscaron castigos más ejemplares. En lugar de ir a por todas, se castigaban a unas pocas de manera pública. La exposición pública del rapado o del ricino marcaba a las mujeres por vida. Un método devastador y efectivo”, explica Raquel Osborne, doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.
Sobre ellas recayó la responsabilidad de “regenerar la patria”
Con el objetivo de recuperar una parte fundamental de la memoria de España y de cubrir la historia de género de las mujeres en el período del franquismo, el Ateneo de Madrid acoge hasta el 10 de febrero la exposición Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930-1980). Una exposición realizada bajo el prisma de la memoria y que recoge diferentes elementos como fotografías, vídeos, cuadernos de escuela o vestidos que muestran la represión física y psicológica de la mujer, muchas veces invisibilizada al hablar de la represión fascista.
“La disciplina histórica, una disciplina bastante patriarcal, hecha por hombres y durante mucho tiempo para hombres, tiene unos elementos de construcción metodológicas que han invisibilizado todo el trabajo o la existencia de las mujeres. En toda la resistencia antifranquista las mujeres tuvieron un amplio activismo de base, pero ese activismo no implicaba hacer de espía en Francia o exiliarse. Eran las hermanas, mujeres o parejas de los actores”, explica a Público la investigadora María Rosón, comisaria de la exposición junto a Raquel Osborne.
Pilar, la hermana del ausente
La represión de la mujer, no obstante, no se limita a la cruda posguerra. Sobre ellas se pretendió cimentar el nuevo régimen nacional católico de Franco. Monjas y falangistas de la sección Femenina trataron de domesticar a las mujeres para ajustarlas al modelo de madres y esposas sacrificadas. Los tres ejes sobre los que se cimentaron su educación resumen el papel que el régimen tenía planeado para ellas: “formación del espíritu nacional, labores y gimnasia”.
“Las mujeres pueden considerarse como los ejes de la dictadura de Franco. A pesar de ser una dictadura paternalista recae un peso enorme en esa idea de mujer como madre, mujer sana y buena esposa. La mujer debía ser una especie 'superwoman' capaz de hacerlo todo: cuidar a los hijos, atender al marido, llevar la casa, ser buena cristiana y conocer la doctrina franquista”, analiza la investigadora María Rosón.
Para crear esta mujer “dócil y casta” al servicio del varón y de la patria, la Sección Femenina de Falange, dirigida por Pilar Primo de Rivera hasta su fin en 1977, recibió el encargo oficial de formar a las mujeres españolas en todos los campos de actuación convirtiéndose en la única organización institucional dedicada a las mujeres durante la dictadura.
“Las mujeres podían considerarse como los ejes de la dictadura de Franco"
“La Sección Femenina de Falange estuvo dirigido todo el tiempo por Pilar Primo de Rivera, la conocida como la hermana del ausente [José Antonio]. Los mandos de esta organización estaban copados por una comunidad de mujeres independientes, solteras y sin hijos. Aquí radica su principal contradición, de la que se hace eco la cultura visual presentada y que tiene que ver con el mando, la acción y la masculinidad, muy alejada de los valores tradicionales que promulgaban”, explica Raquel Osborne.
El cuerpo femenino, un bien público
La liberación y el acceso de la mujer a la ciudadanía que se vivió en el mundo occidental en el período de entreguerras, en España tuvo su reflejo durante el período de la II República. Es en este breve lapso de tiempo cuando la mujer consigue acceder a derechos inalienables como la educación, el trabajo, el voto o el divorcio.
La mujer ideal del franquismo, según asevera la catedrática Osborne, se construye en oposición a esta mujer moderna, ciudadana y republicana. “El pecado está siempre presente en la mujer franquista. Su actitud debe regirse por la moral católica más intransigente”, explica.
Fruto de esta mentalidad, el cuerpo de la mujer se convierte, si es que no lo era ya, en un objeto público del Estado. El régimen franquista trata de llegar a los lugares más íntimos de la vida de las mujeres como la sexualidad, las relaciones matrimoniales o hasta el corte de pelo. “El fascismo consigue inmiscuirse en todos esos espacios de la privacidad de las personas”, añade María Rosón, que asevera que sobre la mujer se instaló el triángulo represor de pecado, enfermedad y femineidad.
Las expresiones de esta mentalidad ultra del pensamiento católico llegan hasta la actualidad, tal y como afirma Rosón. 37 años después de la muerte de Franco, el Estado continúa intercediendo en la libertad sexual de la mujer y las decisiones sobre su cuerpo.
“Hay ciertas políticas en la actualidad que recuerdan a otros tiempos. La idea del control sobre el cuerpo de la mujer está presente en temas como el aborto y la ley del ministro Gallardón. No obstante, el control formal y moral sobre la mujer sigue estando presente en nuestra sociedad y se percibe en lugares tan comunes como las redes sociales”, analiza Rosón, quien considera que los ejercicios de memoria histórica que plantea la exposición son fundamentales para destapar “la represión” y “recuperar la memoria” de una parte del pasado que fue silenciado.
“Para ver que nuestro pasado está muy presente en la mentalidad del presente sólo hace falta ver imágenes tan contundentes como a Cospedal con mantilla”, sentencia Rosón.
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